El gobierno decidió apoyar con 100 balboas mensuales a 80 mil hogares de extrema pobreza. La medida refleja la grave situación que se vive en algunos sectores del país, sobre todo en el área indígena.
Pareciera algo así como un plan de emergencia, tal como lo concibió Omar Torrijos Herrera, allá por la década del setenta. Ahora son tiempos distintos y lo importante es que las personas que reciban ese subsidio desarrollen una labor productiva y que al momento de escoger a los beneficiados no se haga conforme a la militancia política.
Panamá es un país que en teoría tiene un ingreso per capita de 4,000 balboas al año, pero aún así somos el segundo país del hemisferio con la peor distribución de la riqueza.
Pareciera que se viviera en dos países bajo un mismo territorio. Por un lado están los millones del Canal, la Zona Libre y el sistema bancario, pero por otra parte están los pobres que sufren la tragedia de apenas contar con lo mínimo para subsistir.
Las estadísticas revelan que 1.2 millones de panameños -más del 40% de la población- viven con menos de dos dólares diarios y de ese grupo, la mitad vive en extrema pobreza, subsistiendo con menos de un dólar diario.
Aunque parezca increíble, uno de cada cinco panameños vive con 30 balboas al mes, una suma que cualquier ejecutivo se gasta en una cena.
Pero al mismo tiempo, los pobres deben entender que cuando el Estado destina una subsidio para aliviar su situación, ellos tienen que cumplir con las tareas que se les asignen, porque la época del paternalismo pasó a la historia.
Al mismo tiempo, los sectores populares deben hacer los esfuerzos para educarse y sólo así podrán salir de la pobreza.