En un acto solemne que tuvo lugar en la Iglesia San Martín de Porres, en Cerro Batea, en San Miguelito, se celebró la misa de cuerpo presente de Luisa López Córdoba, de 29 años, asesinada por su expareja el domingo 10 de abril.
Las familias López y Córdoba estaban divididos en la Iglesia: de un lado se sentaron los parientes del agresor, Otilio Coronado, y del otro los de Luisa.
Víctima y agresor eran familiares y tenían tres meses de haberse separado.
Ella era una mujer trabajadora, dijo Víctor, un amigo de Luisa.
Un pariente de la víctima recordó la mala vida que le dio Otilio a Luisa, quien tenía un hijo de seis años de edad. "Él era un hombre violento; en reiteradas ocasiones le pegó, e incluso le rompió la boca a Luisa", aseguró.
Luisa murió luego que Otilio le propinara 26 puñaladas en el cuerpo en la comunidad Altos de Las Torres, en El Valle de Urracá, en el corregimiento Arnulfo Arias, en el distrito de San Miguelito.
El diácono Ricardo Sánchez dirigió la misa. El servidor de la comunidad resaltó que Dios es el único que da la vida y que nadie tiene derecho a quitarla.
"LA HERMANA QUE NO CONOCI"
Jackson, de 17 años, lloraba desconsolado en la Iglesia. Él era hermano de Luisa de parte de padre, y el domingo que murió habían acordado conocerse, pero Otilio Coronado, quien se entregó con el arma homicida horas después que asesinó a su ex pareja, impidió el encuentro fraternal.
Seis fornidos hombres sacaron el féretro de la Iglesia y lo cargaron hasta la carroza que trasladó su cuerpo hasta el Cementerio Municipal de San Miguelito, donde recibió sagrada sepultura.