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Largo

Por: Milcíades Ortíz Jr. | Catedrático

En pocas horas se sabrá el domingo dos de mayo quién será el próximo presidente de Panamá. Pero este afortunado tendrá que esperar cuatro meses para poder sentarse en la silla presidencial, en el Palacio de las Garzas.

Serán ciento veinte largos días los que deberá demorarse el nuevo mandatario, para comenzar a cumplir las numerosas promesas que hizo al electorado.

Si el ganador es "Diente Frío" o Mireyito, esta realidad del enorme tiempo entre la elección y la toma de posesión presidencial será un período de transición... sin mayores inconvenientes.

Pero si gana cualquiera de los candidatos de la oposición, entonces habrá cuatro meses para que los que gobiernan hagan toda clase de maldades, para enredarle la administración al nuevo presidente.

Entre esas maldades estarán, a no dudarlo, buscar la manera de garantizarle "la papa" a favoritos del régimen mireyista.

Aquí puede ser efectivo el afán de última hora de cumplir una carrera administrativa, que no les importó durante los cuatro años que lleva este gobierno.

Otra manera de fregar al nuevo gobernante puede ser la invención de leyes que sean realmente "bombas ocultas" y molesten a la nueva administración.

Esto lo vimos claramente cuando perdió el gobierno PRD. La administración arnulfista se pasó por lo menos seis meses "desactivando" los nudos administrativos que les dejaron.

Es que el panameño por lo general es mal perdedor y esto no es cosa de ahora.

Recuerdo que el ex presidente conocido como Marco Rifle no quiso entregarle personalmente el poder al reemplazante Dr. Arnulfo. Eso fue un gesto de poca altura administrativa, pues era simple protocolo pasar la banda presidencial al siguiente... aunque no nos gustara.

Pero Panamá es así. Lamentablemente carecemos de estadistas y gente que separa las diferencias políticas de las responsabilidades que tiene al ocupar ciertos cargos. A propósito de este personaje, por muchos años se dijo que "se llevó hasta los aires acondicionados de la Presidencia". Hace poco me enteré de otra versión. Dichos aparatos los había puesto de su dinero el mismo presidente y por eso se sintió con derecho a llevárselos.

¿Hizo bien o fue un gesto de repudio al enemigo político triunfador? Bueno, ojalá estas situaciones no vuelvan a darse.

Creo que si el cambio de mandatario se diera el primero de junio, desaparecería la oportunidad de molestar al nuevo.



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