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Tierra de nadie frontera entre Panamá y Colombia

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Tomado de
EL TIEMPO

Tras la salida de los 65.000 soldados estadounidenses de Panamá, las fallas en la vigilancia y seguridad de la zona limítrofe con Colombia han sido aprovechadas por guerrilla y 'paras'. Hoy las FARC dominan el centro y el Pacífico, y las autodefensas, el Atlántico.

Dicen los historiadores que Panamá se separó de Colombia por la escasa presencia estatal y de autoridades que se sentía en ese departamento que, entonces, era frontera con Costa Rica. Hoy, casi cien años después, Colombia sigue ausente en su zona limítrofe. Pero Panamá, también.

Una pequeña casa de ladrillos y tejas de zinc es la única indicación de que existe alguna seguridad del Estado en la zona de Jaqué, un caserío a orillas del Pacífico, a más de 200 kilómetros de ciudad de Panamá. Un poblado que desde diciembre de 1999 se llenó de desplazados colombianos, a raíz del ataque de las FARC a Juradó (Chocó).

Allí hay 30 uniformados del Servicio Policial de Fronteras de Panamá (SPF), única fuerza armada con que cuenta este pequeño país luego de la salida de las tropas estadounidenses en diciembre de 1999 en cumplimiento del tratado Torrijos-Carter.

Pero si el Gobierno colombiano no hace ningún tipo de presencia en la zona, la guerrilla de las FARC, y en los últimos años las autodefensas, en cambio, son una realidad cada vez más contundente allí.

Ante esta ofensiva, sin embargo, la reacción panameña ha sido totalmente pasiva. "No tenemos autorización para buscar o perseguir a los grupos armados colombianos; nuestra misión es sólo defensiva", dice sin titubear Carlos Hernández, uno de los 30 agentes de la SPF en Jaque.

Esa es la misma orden que el gobierno de Mireya Moscoso ha impartido a los 2,500 miembros de la Policía asignados durante el último año a poblaciones cercanas a Colombia, como La Miel y Puerto Obaldía (en la costa Atlántica), y como Boca de Cupe y Paya, en el centro de Darién.

Esta actitud sólo ha servido para que el conflicto colombiano se haya extendido fácilmente varios kilómetros adentro de la frontera, pues los grupos armados saben de la debilidad de la vigilancia fronteriza en ambos lados.

En complemento, la escasa presencia de fuerzas de la Policía y del Ejército colombianos en el Atlántico y la inexistencia absoluta de ellas en el Pacífico han convertido a una franja de 40 kilómetros a lado y lado, en una tierra de nadie.

C0RREDOR DE ARMAS Y DROGA

El estratégico territorio panameño es ahora frecuente escenario del enfrentamiento armado entre las FARC y las autodefensas. No es una simple pelea por el control de zonas, que es la causa de su lucha en Colombia, sino de dominio de un corredor fundamental para el tráfico de armas y de droga. Es mucho lo que está en juego, y por eso las incursiones y choques en poblaciones panameñas fronterizas durante el último año se han incrementado.

Y no solo se presentan hostilidades entre los grupos irregulares colombianos, sino agresiones de estos contra la policía panameña. Hace apenas dos semanas, por ejemplo, ocurrió en La Miel, caserío panameño cerca de Zapsurro (Colombia), un enfrentamiento entre las autodefensas colombianas y miembros de la SPF, que duró dos horas y no dejó víctimas. Los paramilitares son los dueños de la frontera en el Atlántico, con fuerte presencia en Capurganá y Zapsurro y en La Miel y Puerto Obaldía.

En el centro y en el Pacífico, en cambio, mandan las FARC. Eso se nota claramente en Boca de Cupe, una amplia región montañosa en la zona de los ríos Tuira y Chucunaque, donde el frente 57 de las FARC mantiene una fuerte presencia desde 1997, principalmente en poblaciones como Balsal, Púcuro, Paya, Matugantí, Buena Vista, El Tigre y Corozal.

Habitantes de ese pedazo central del Darién aseguran que los guerrilleros llegan hasta esas poblaciones desarmados e incluso van hasta Yaviza, más adentro de Panamá, a comprar víveres y comida.

Esa presencia de la guerrilla no es inofensiva. El 15 de octubre del año pasado, al parecer hombres de las FARC atacaron a Nazaret, una pequeña población indígena pobre, pacífica y religiosa, fundada hace 19 años por evangelizadores embera. Tras 90 minutos de intenso fuego una niña de 11 años murió y otras 12 personas resultaron heridas.

Ya en 1996, las FARC habían hostilizado esta zona, y robado equipos de comunicaciones. Además, se llevaron a un médico y a dos enfermeras para atender a algunos de sus heridos.

Los panameños también han empezado a conocer la práctica del secuestro. El 16 de septiembre de 1999 fue plagiado Domingo Samaniego, capataz de la finca Tierra Fértil, en la población fronteriza de Canglón, mientras que el 23 de octubre del mismo año ocurrió el secuestro del estudiante universitario Alexis Ortiz en el caserío de Metetí.

Y aunque no ha sido reportado oficialmente, se sabe que este año las FARC han entrado a más de cinco poblaciones del Darién, en el Pacífico, y arengado a sus habitantes.

"Esto -dice un funcionario del gobierno panameño que prefiere reserva de su nombre- ocurre desde que las FARC son un grupo guerrillero. Ellos pasan para 'descansar', atender a sus heridos o burlar a las autoridades, desde hace más de 30 años".

ENTRA CASTAÑO EN ESCENA

Esta tolerancia llevó a que Carlos Castaño, jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), enviara el año pasado una carta a funcionarios del gobierno panameño en la que les reclamó por su actitud frente a la guerrilla colombiana y declaró objetivo militar a los miembros de la SPF en los puestos fronterizos con Colombia.

La permisividad, además, ha terminado por suscitar enfrentamientos verbales internos en Panamá entre autoridades del gobierno de Mireya Moscoso y organizaciones civiles de ese país.

Hace un año, monseñor Rómulo Emiliani, vicario de la provincia de Darién, reconocido defensor de los derechos de las comunidades indígenas y de los desplazados colombianos en la zona fronteriza, denunció la alarma de los pobladores de la región por las continuas incursiones armadas de grupos colombianos.

Carlos Barés, entonces director de la Policía Nacional de Panamá, salió al paso de las afirmaciones de monseñor Emiliani y dijo: "No se han registrado enfrentamientos de ningún tipo entre guerrilleros y paramilitares en suelo panameño. Y agregó que las incursiones de estos grupos "son muy comunes" en las poblaciones más cercanas a la zona limítrofe. Seis meses después de las afirmaciones de Barés, las FARC atacaron Nazaret.

Pocos días después, el obispo fue amenazado de muerte por uno de esos grupos y hace unos meses debió salir del país hacia Estados Unidos.

UN TAPON IMPOSIBLE

Además de la falta de pie de fuerza en la frontera de 266 kilómetros de longitud, los grupos armados le sacan partido a las dificultades geográficas de la región, conocida como el 'Tapón del Darién', un laberinto inaccesible de ríos, manglares y bosques. A esa insularidad absoluta ayuda la impresionante pobreza en la que viven sus 60 mil habitantes (un 2 por ciento de la población de Panamá), la mayoría indígenas de las etnias kuna, embera wounaan, y negros.


 

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