La periodista estadounidense de 28 años Jill Carroll fue puesta en libertad tras 82 días de un cautiverio en el que sus captores la trataron "muy bien", según sus propias palabras, y cuyo final feliz puso de relieve el papel mediador de los partidos sunítas con los grupos insurgentes en Irak.
Según Carroll fue conducida por tres hombres desconocidos hasta la sede del Partido Islámico Iraquí (el más importante de la comunidad suníta de Irak). La periodista, que llevaba la cabeza cubierta con un velo a la usanza islámica, se acercó a la sede del partido y entregó un mensaje escrito al guardián que custodiaba el edificio que decía: "Hemos liberado a la rehén Jill Carroll. Haced con ella lo que os parezca".