No es de mi predilección entrar a dilucidar este tema, conociendo que todas las personas somos defectibles en este mundo y donde lógicamente debemos procurar enderezar la conducta, corrigiendo malos hábitos que afean la personalidad y cuyas consecuencias son trasladadas como fardo a nuestros semejantes, cuando solicitan los buenos oficios, especialmente de las personas que laboran en las empresas privadas, el gobierno central, entidades autónomas o semiautónomas del Estado. Tienen que ser conscientes del rol que deben cumplir y desempeñarlo creyendo en él a pie juntillas. Para ejecutarlo correctamente hay que alejarse de la desidia y la apatía, congeniando con la buena voluntad y comprensión, símbolo inequívoco de las relaciones humanas armoniosas que en estos momentos no nos unen, sino nos disocian, distanciándonos cada segundo que pasa. Es la baja cultura de la que distingue de manera normativa. Me ha ocurrido varias veces al acudir a una oficina pública; soy ignorado por el funcionario(a) encargado de mi atención y ya mantengo en el subconsciente, como reflejo condicionado que al asomarme a la portezuela del cubículo me van a dar un rotundo NO, o se hacen los de la vista gorda. No son todos, pero hay muchos empleados que desempeñan su trabajo con desgano, incuria y hasta enfado, de esta forma los resultados obtenidos serán inevitablemente deficientes, negativos; el público sufre un verdadero vía crucis al llegar donde este señor. ¿Y el jefe dónde está?. Revise tirando ojo y oreja, ante todo en la mañana y aplique correctivos, ofreciendo soluciones.
¿Para qué aceptan un empleo si no lo van a desempeñar con agrado y amor?. Recuerde que muchos pueden estar detrás del mismo, y usted no lo ve. Hay gran cantidad de cristianos que buscan afanosamente trabajo que al conseguir, se hacen los graciosos con los necesitados, aplicándoles todas las tácticas dilatorias y engorrosas, procurando lentitud al objetivo deseado. No logran entender que están puestos allí por los impuestos que solventamos todos, hasta los más pobres.
Andar bien ataviados no es un salvoconducto, sin embargo son recibidos primero. Ya he dado en colocarme mi vestidura raída cuando asisto a dichos menesteres, dándome magníficos dividendos. Pareciera que viviéramos en una tierra plagada de rencores, de vencimientos a los que están destinados a sufrir los desaliñados, humillados siempre por la vida y por el destino. En la empresa privada se detecta un rotundo cambio de actitud, allí se produce o para la casa, no se admite discusión con nadie, pues existe una máxima indiscutible: el cliente siempre tiene la razón. Practicar el escozor no es lo que produce satisfacción en las realizaciones de la existencia que son asignadas como tareas. Ignoran que todos por humilde que seamos, merecemos una atención solícita, esto causa una grata sensación anímica a los interesados en apuros. Es insoportable aproximarse a una persona que al vernos, ya tiene el ceño fruncido, sin mediar palabra alguna o bien se hacen los esquivos, para no atendernos. Está claro, con los impuestos que pago les confeccionan sus cheques, esto no lo paga Lole, ni el hombre invisible. |