Todavía no se tiene claro, si Caín fue diestro o siniestro. Los partidos de derecha a nivel global, aseguran que Caín era zurdo. Tampoco aparece en las escrituras si el fortísimo mandibulazo que le propinó en la testa a su amado hermano Abel, fue en el occipital derecho o en la parte izquierda de la jupa. Lo que sí dejó claro ese primer crimen histórico, es que la maldad la trae el hombre consigo. Los hombres se convierten en malhechores al ser cautivados por sus deseos. El hombre no es maleante porque es pobre o rico, las circunstancias no tienen nada que ver con la formación de un delincuente.
Ponemos por caso a profesionales panameños de apellidos históricos con sueldos de hasta 15 mil dólares mensuales, convertidos en traficantes de cocaína sin necesidad (“sapeados” por los gringos ¿si no?), esta puede ser una prueba más de que se es libre para elegir lo malo o lo bueno. Dirán muchos que la vida es un riesgo, pero cuántas veces esta clase de tipos no han sacado desde el centro de sus codicias, la quijada del caballo para matar semejantes.
Lo mismo que hombres nacidos en barrios pobres, ganando buena plata, ya sea como garrafones del gobierno o en la privada, de la noche a la mañana se ven picados por la codicia y se consideran con derecho a intentar que la vida les cambie en un momento. Caín eligió ser asesino sin necesidad, si tenía la mitad del mundo para él solo, ah ¡No!, él lo quería todo. De la misma forma el hombre ha repetido sus crímenes, sustrayendo desde sus adentros la tenebrosa mandíbula del asno.
El hombre ejecuta sus fechorías, porque tiene la libertad de hacerlo, cualquiera puede elegir después que en su interior se haya hecho fecundo el acto delictivo. Es por eso que estamos de acuerdo con los 91 países en el mundo, que tienen la pena de muerte para asesinos, secuestradores y terroristas. Repulso a esos movimientos de los falsos derechos humanos, que dan palmaditas de aliento a los criminales para que continúen utilizando las quijadas de burros para asesinar.