En la intersección de calle El Paical y calle Arcángel, en el barrio de Los Ángeles, hay una tapa de alcantarilla, de la cual se podría escribir un libro con las peripecias y dolores de cabeza que ocasiona todos los días ese objeto metálico a los cientos de automovilistas que a diario transitan por ese lugar.
Desde lo alto de los edificios cercanos se pueden observar las maniobras que realizan los conductores para no caer en el hueco y terminar con los amortiguadores de sus autos destrozados. Han sido tantos los automóviles que han colisionado tratando de salvar el hoyo, sin que el IDAAN atienda las quejas de los atormentados conductores que por allí transitan.
Resulta que cuando ponen la tapa, los amigos de lo ajeno la sustraen dejando otra vez el cráter al descubierto.
Es reprochable la indolencia ciudadana y el poco aprecio que hace la comunidad de los bienes públicos, lo que aumenta además por el trabajo a desgano y poco importa de las instituciones estatales y sus funcionarios.
Fíjese amigo contribuyente que esta práctica del robo de las tapas del alcantarillado metropolitano comenzó hace más de veinte años y todavía el IDAAN no ha podido desarrollar un método que impida la sustracción de estos instrumentos metálicos que al final van a parar a las recicladoras.
De ver tanta insensatez oficial y desidia, un vecino del área llamó al Departamento de Alcantarillados para reportar el caso, pues habían colocado una de estas tapas que no cabía en el hueco y saltaba cuando pasaban los carros.
Veinte minutos después del reporte, llegó un camión de la institución, un trabajador se bajó, miró el objeto que estaba fuera del hueco lo volteó y volvió a ponerlo. Y allí sigue la plancha saltando cada vez que pasa un carro. Ahora los automovilistas tienen que esquivar al hueco, y a la tapa.
