La Caja de Seguro Social (CSS) registró un déficit operacional en tres de sus cuatros programas. Para el año 2003, los ingresos de los programas Invalidez, Vejez y Muerte; Enfermedad y Maternidad, así como el de Riesgo Profesionales, fueron inferiores a los gastos en 67 millones de balboas, lo que se traduce en un déficit.
La situación es de suma gravedad y ha llevado a la actual administración a la implementación de recortes de gastos, los cuales son insuficientes para solventar la crisis operacional de la CSS y ni se diga de los problemas actuariales.
Cualquiera de los cuatro candidatos presidenciales que gane las elecciones del 2 de mayo tendrá que abordar en sus primeros 100 días de gobierno el peligro del colapso del Seguro Social.
Ya el tiempo de los diálogos y la fantasía del consenso pasaron. La realidad es que hay que tener un proyecto listo para evitar que la entidad de seguridad social quiebre y con ello arrastre a la economía del país.
Los estudios están. Gobierno, empresarios y obreros han pasado mucho tiempo en la mesa del bla-bla-bla y no logran acuerdos.
Si bien es una realidad que a nadie le gustará cualquiera de las opciones que se adopten para salvar a la Caja, la decisión hay que tomarla, de lo contrario, vamos hacia el abismo.
Los gobiernos se eligen para mandar y no se puede esquivar el bulto, trasladándole a la sociedad civil la responsabilidad de encontrar soluciones al problema.
Claro que hay que consultar y no imponer, pero los que administran el Estado, nunca deben olvidar que son ellos al final los que deben adoptar las decisiones y no dilatarlas, sobre todo en un caso tan urgente como el de la seguridad social.