CRITICA EN LINEA 

 

S E C C I O N E S

EPASA EN LINEA

PANAMA AMERICA

DIAaDIA EN LINEA

REVISTA SIETE!


primera plana

portada

al cierre

nacional

política

opinión

el pueblo habla

comunidad

provincias

nuestra tierra

deportes

el mundo

viva

sucesos

 


FAMILIA
  OPINIÓN


No todo lo que se come, alimenta

Hermano Pablo | Reverendo

Se sentó a la mesa, gordo, lustroso, satisfecho de la vida y del poder. Le tenían servida una cena exquisita: faisanes asados; peces al horno gratinados; carne de cerdo, de cordero y de res; vinos de Francia y de España; y panes y repostería de Holanda y de Dinamarca.

El hombre comió como rey porque lo era. Se trataba de Enrique VIII, el célebre rey de Inglaterra. Nunca comía verduras, porque las verduras -afirmaba él- son comida del pobre. Pero a pesar de sus apetitosas comidas, Enrique VIII -glotón, epicúreo y sensual- murió de malnutrición a los cincuenta y seis años de edad.

Hay dos detalles importantes en la vida de este monarca. En primer lugar, era erróneo el concepto que tenía con respecto a las legumbres. Como éstas se sacan de la tierra -alegaba él-, hay que dejárselas a los pobres, que viven como prisioneros de la tierra. En mesa de príncipes sólo debe haber faisanes, palomas y venados. Y nunca agua; sólo ricos vinos importados.

En segundo lugar, en cuanto a alimentación, no todo lo que se come, alimenta. Los médicos dijeron que a pesar de su gordura y su aspecto saludable, el rey murió de escorbuto, es decir, falta de vitaminas.

Eso mismo les pasa a muchas personas en lo espiritual. Leen de todo, practican muchas religiones y sustentan muchas creencias. Y a pesar de todo esto, están espiritualmente raquíticas. No todo lo que entra en la mente, alimenta. Mucho de lo que introducimos en la mente y en el corazón tal vez produzca gordura, es decir, orgullo, vanidad, arrogancia, pero esto no es alimento.

Lo que nuestra alma necesita es la sustancia espiritual que viene de Dios. Ésta consiste en la lectura de la Santa Biblia, la consagración a Dios en devoción diaria, y la comunión con otros seguidores de Cristo que también andan buscando a Dios.

Vale más, muchísimo más, una sola verdad de la Biblia que diez mil aseveraciones que puedan hacer las filosofías religiosas y las disciplinas ascéticas. Es posible vivir alimentándose continuamente de creencias religiosas, y sin embargo tener el alma enferma de escorbuto espiritual.

Sólo Cristo, el Pan de vida, puede alimentar nuestra alma de modo que esté siempre rica, sana, fuerte y llena de salud. La fuente de salud eterna es creer en Cristo, confiar en Él y servirle de todo corazón. Alimentémonos, pues, de la única sustancia que produce verdadera salud. Alimentémonos de Cristo.



OTROS TITULARES

Primera piedra

Sin embargo, no perdono a mi amigo (a)

La guerra espiritual

Semilla

Buzón de los lectores

No todo lo que se come, alimenta

Mujeres

 


 

  

 

linea
linea gris
 

   Copyright © 1995-2006, Crítica en Línea-EPASA 
Todos los Derechos Reservados