Antes de entrar en una farmacia en Volcán, un niño se me acercó con la mano extendida. Me extrañé. La mendicidad infantil no la he visto antes en este pintoresco y turístico poblado de tierras altas chiricanas.
Comenzaba el mes de enero del año dos mil seis. El sitio estaba agitado por las protestas de los productores que no quieren un Tratado de Libre Comercio que los arruine.
Torciendo la boca en señal de disgusto, dije al niño:
"No pidas dinero, que eso da vergüenza. La plata te la debes ganar en forma honrada".
El chiquillo mi miró con una cara "de palo". Comprendí que no le importó el consejo o no lo entendió. Pero se retiró...
Días después, en un restaurante de Volcán, volvió a aparecer el pelao pedigüeño. Molesto le dije que se fuera y nos dejara comer en paz.
Antes lo había visto jugar máquinas de video, gastándose el poco dinero que tenía en ese juego que produce adicción (vicio).
Me di cuenta que mis negativas no tendrían mayor efecto en ese niño, ni siquiera los buenos consejos de que trabajara para obtener dinero.
Al regresar a la capital, por El Dorado vi niños pidiendo dinero en un semáforo
Recordé el "excelente" trabajo que hizo el nuevo Ministerio de Desarrollo Social prohibiendo a niños menores de catorce años trabajar honradamente en los supermercados cargando bolsas.
Varios fines de semana he visto niños por ese sector pidiendo plata en semáforos.
Siempre me pregunto: ¿dónde están las activas autoridades del ministerio en mención? O, ¿es que la ley de la niñez solamente funciona para los chicos de los supermercados?
Pues bien, al estacionar el auto se me acercó el niño pedigüeño. Extendió la mano y puso cara de sufrir todos los males del mundo juntos.
Entonces se "me prendió el bombillo", como dicen en Alcaldedíaz.
"Mira muchacho, no te daré plata. Te la tienes que ganar de manera honrada. Te daré veinticinco centavos si me cuidas el auto", dije muy serio.
Y estos fueron palabras milagrosas. ¡El niño se transformó! Se le encendió la cara con una sonrisa. Se sintió útil, imagino.
De inmediato nos abrió la puerta. Y lo vi cerca del auto en actitud vigilante.
Al salir y recibir su dinero de "bien cuidado", volvió a abrirnos la puerta. Hasta dirigió la operación de salida del vehículo.
Mi esposa y yo comprendimos que habíamos sembrado una buen semilla de trabajo en este niño pedigüeño...