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Tusípono

Milciades Ortíz | Catedrático

Pensé en los contrastes de la vida ese lunes de carnaval pasado. Mientras miles de panameños se mojaban, tomaban licor y hacían todo tipo de relajo en los culecos de Carnaval, otros disfrutaban de la tranquilidad que da la naturaleza.Estaba en la comunidad de Tusípono, de los indios Emberá en pleno río Chagres, cerca del lago Alajuela.

Hacía turismo interno con más de una docena de panameños, argentinos y costarricenses. Encontramos en la tranquila comunidad que tiene catorce años de existencia, un grupo de diecisiete norteamericanos.

Ellos llegaron a Panamá en un crucero y "prefirieron ir a la aldea indígena y no al Canal", dijo su guía.

Otros turistas alemanes también visitaban este lugar, donde habitan diecisiete familias con sesenta personas.

Su dirigente es Antonio Tócamo quien estudió con ayuda de organismos internacionales en la capital, donde aprendió español en tres años, y luego en México y Arizona, Estados Unidos.

A ese sector se llega por la Cabima, en la carretera hacia Colón. Se pasa la fábrica de Cemento Bayano y hay que pagar un balboa y medio para entrar al Parque Nacional Chagres.

Se dio a los presentes una excursión a una agradable cascada, así como una charla sobre las costumbres Emberá. Ellos vienen del Darién y hacen sus casas a más de metro y medio del suelo, para protegerse de los animales dañinos.

Parece mentira que muchos extranjeros disfruten estos viajes, mientras que nosotros los nacionales a veces no los apreciamos.

Viendo las tranquilas aguas del Chagres me puse a filosofar. Una semana antes, estaba visitando Santiago de Chile, una ciudad del Primer Mundo, donde hay todos los modernismos.

Allí, estaba rodeado de personas sencillas y trabajadores, que no sentían vergüenza de mostrarse en "taparrabos". Sus mujeres nos ofrecieron danzas tradicionales. Algunas lucían sin ninguna malicia sus pechos desnudos...

Guías como Melio y Neldo manejaron la excursión con profesionalismo. Explicaron que para que la aldea fuera aceptada como sitio turístico, cinco empresas que manejan viajes tuvieron que darle el visto bueno.

La aldea se veía limpia, pues recogen los desperdicios. Entierran los que se pudren y botan lejos (en la orilla), los otros.

Como almuerzo nos dieron un delicioso pescado llamado "tilapia", sacado del mismo río, con patacones cultivados allí.

Tienen acueducto rural, sus hijos van a la escuela de la Cabima... En fin, estos panameños antiguos subsisten en el enredado mundo moderno, a veces tan lleno de estrés y desorden.



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