Han sobado las trompetas. De labios del propio Julio Chen, están las órdenes precisas para revivir nuestras fiestas de carnaval. Con su tradicional postura oriental y las muestras de sabiduría "Papi" Chen, uno de los mejores alcaldes hasta ahora, en un tono conciliador pero preciso, enfatizó: "Esto no puede ser posible, después de tantos años de lucha. Hay que salvar nuestros carnavales. Hay que ayudar al comercio". Asentí con reverencia.
La región de Azuero es tradicional por sus fiestas y dentro, cada lugar tiene sus costumbres. En Chitré se dice que se mojaba con un huevo vacío. Primero, se le habría un huequito por el que se extraía todo el material; luego se ponía a sacar el cascarón bien limpio. En los días de carnaval se llenaba de perfume y un hombre mojaba a una dama dentro de un protocolo reverencial. Sólo se podía mojar entre sexos distintos.
Dentro de la evolución carnestolenda, se pasó a la costumbre de mojar domicilio. Recuerdo muy bien que a mi mamá, algunas veces usó como estrategia una tabla de planchar, puesta en la sala, con la que simulaba que trabajaba y le servía de excusa para evitar el baño. Después se empezó a empapar por las calles. Correteaban a la gente. Con el tiempo, se mojó en carro con tanques y otras vasijas y ahora, se hace con cisternas estacionadas, con capacidad de regar por horas.
El fenómeno de tanta asistencia es lógico. Existe un ancla que es Las Tablas y lugares vecinos. Lo que pasa es que las costumbres con las reinas, hacen que se den espacios vacíos en medio de la celebración. Las soberanas salen frente a sus tunas y media mañana cada día y se retiran igualmente a media tarde para descansar. En las noches están las muestras del derroche de lujo y esplendor.
Lo que nos interesa comentar es que esa avalancha de gente se mueve hacia y desde Las Tablas, para entretenerse entre aquellos espacios. Eso beneficia porque se entretienen con nuestras mojaderas, un asunto que se disfruta de verdad y se comparte con los visitantes.