El primer vínculo familiar que debemos fortalecer es horizontal: el del matrimonio. De él depende toda la familia. Debemos, pues, acercarnos a nuestro cónyuge, manifestándole amor y comprensión. El esposo debe amar y cuidar a su esposa, y la esposa debe aceptar al esposo como cabeza del hogar. «En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo» (Efesios 5: 33). La armonía conyugal viene cuando determinamos hacer a un lado el egoísmo. Es algo que obtenemos con esfuerzo.
Pero a veces, aunque nos hemos esforzado por tener un buen matrimonio, algo pasa. Perdemos el primer amor que sentimos cuando nos casamos. ¿Qué podrá inyectar nueva vida en las venas de un matrimonio raquítico? ¿Qué puede una pareja introducirle a su matrimonio que le devuelva el calor que una vez tuvo?
Para empezar, deben traer a la memoria aquel día mágico en que como novios se pronunciaron esas palabras sagradas de unión eterna. Allí no hubo hipocresía. No hubo falsedad. Se dijeron que se amarían para siempre porque se querían de todo corazón. En ese momento encantador, el tiempo se detuvo y dos corazones se convirtieron en uno. ¿Cómo se les iba a ocurrir que podría venir el día en que ese amor se enfriaría?
Pero algo pasó. La ilusión se deshizo, y se apagó la chispa. ¿Qué hacer?
Juntos deben decidir que, pase lo que pase, su matrimonio no va a destruirse. El amor es el producto de una determinación, no de un sentimiento, y cuando los dos determinan que la separación no es, ni nunca será una opción, esa determinación le dará a su matrimonio nueva esperanza.
¿Qué es, entonces, el verdadero amor? Es algo que se practica, como el deporte. Es algo que se ensaya, como la guitarra. Es algo que se mantiene, como el estado físico.
Para los que se encuentran al borde del fracaso conyugal, es importante que comprendan que nunca es demasiado tarde para empuñar las riendas de su matrimonio, a fin de salvarlo. Si le piden a Dios que los ayude, Él lo hará. Después de todo, Dios es el que diseñó el matrimonio, y siempre está dispuesto a repararlo. Pero es imprescindible que lo pongan en sus manos y le permitan hacerlo. Porque si no están dispuestos a cooperar con Él, poniendo de su parte para restablecer la armonía en su matrimonio, es probable que tengan que afrontar las siguientes consecuencias naturales.