A pocos días para iniciar el año escolar 2011, el segundo bajo el plan de transformación curricular, el Ministerio de Educación junto con los padres de familia y los docentes del país enfrentan la titánica tarea de mejorar los planes educativos y motivar al estudiante para mejorar su rendimiento.
Las cifras de fracasos son alarmantes: 44, 214 estudiantes fracasaron en una o tres materias en el 2009, cifra que en 2010 fue de 43, 354, según datos del MEDUCA.
Parte integral del desempeño de los niños es la alimentación. En ese sentido, una alarmante doble tendencia ha sido notada por la Dirección Nacional de Nutrición y Salud Escolar del ministerio: mientras los estudiantes de áreas indígenas y rurales sufren de desnutrición por falta de alimentos, la desnutrición que está afectando a los niños de las áreas urbanas deriva de un exceso de comidas con pobre contenido nutricional, pero abundantes grasas saturadas, azúcares y colorantes.
Sin saberlo, miles de padres de familia atentan contra el desarrollo mental y físico de sus hijos, alimentándolos pobremente, y elaborando loncheras escolares llenas de comida chatarra, las llamadas "burundangas", y jugos que se resumen en pura agua con azúcar y saborizantes artificiales. No los alimentamos, sino que los tenemos en "engorde", como si fuesen animales de granjas industriales.
En este punto, la principal responsabilidad recae en el padre de familia. Debemos alimentar a nuestros hijos con más frutas, verduras, cereales, carnes magras asadas o a la parrilla, y bajarle a las grasas y las comidas rápidas.
Se trata de una lucha por el futuro de nuestros jóvenes entre el criterio de los padres, y la avalancha de publicidad que sustenta la compra de comida chatarra y los alimentos y bebidas de confort.