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Gama de colores de una mujer

Hermano Pablo | Reverendo

June Gravlee, de treinta y cinco años de edad, pasó por casi todos los colores del espectro solar. Cuando se casó fue la novia blanca. Después, fue la esposa rosa. Luego su esposo la llamó la amante roja. Tras varios años de matrimonio, June Gravlee adquirió lo sombrío del color azul. Posteriormente experimentó el color negro, y por último adquirió el gris.

Los colores en la vida de esta mujer dicen mucho. Cuando novia, además del reluciente color blanco de su vestido, tenía la blancura de lo puro, de lo dulce, de lo bueno. Cuando recién casada tomó el matiz del color rosa porque fue suave, bella y perfumada como una rosa. Más tarde resaltó en ella la pasión de mujer, tanto que el esposo mismo la llamó "amante roja". El siguiente paso fue el lúgubre color azul oscuro del divorcio.

Pero hubo dos colores más. Uno era el negro que adquirió por eliminar a su esposo. La llamaron "la viuda negra". Y por último, June Gravlee fue condenada a muerte por los tribunales de California. Cuando la enterraron, tomó el color de la muerte, el color gris.

Si June hubiera llevado una vida normal, quieta y familiar, hubiera comenzado como "novia blanca" y habría llegado a sus últimos años del mismo color. Habría llegado a ser la anciana blanca, la digna mujer de cabello blanco, la amada abuelita rodeada de nietos, de cariño y de dulces recuerdos. Este pudiera haber sido el color de toda la vida de June Gravlee. Pero June amó demasiado el dinero, y para hacerse rica de una vez, planeó el asesinato de su esposo a fin de recibir el dinero estipulado por el seguro de vida. Los gases de la cámara de ejecución dieron fin a todos sus colores dejándola sólo con el gris ceniciento de la muerte.

Así como fueron muchos los colores en la vida de esta mujer, también son muchas las personas que pasan por una gama de colores parecidos. Esta no es una vida normal; es un laberinto.

Para llevar una vida normal hay que seguir la prescripción dada por Dios, es decir, hay que someterle a Él nuestra vida, obedeciendo las leyes morales que Él ha establecido. Hemos perdido toda noción de lo que es justo y lo que es recto. Nos sorprendemos cuando las cosas nos van mal. No se nos ocurre que estamos sufriendo el resultado de la semilla que nosotros mismos hemos sembrado. Lo que necesitamos con urgencia es hacer de Cristo el Señor de nuestra vida, y todo se volverá el color blanco de la pureza de Dios.



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