Aunque parezca mentira es así. Muchos jóvenes dicen acudir todos los domingos a misa, pero con el solo objetivo de esperar el momento de la paz para aprovechar y conocer a otras adolescentes, salir con ellas e iniciar un noviazgo.
Si esto le cae a su hijo o a su hermano o, a usted mismo, debe reconsiderar su postura porque está ignorando la palabra de Dios y se está convirtiendo en un oidor y no en hacedor de la palabra.
Desafortunadamente en estos tiempos son muchos (no todos) los que les da por ir a la sagrada misa a conversar o ver a una amiga o amigo.
La Iglesia ha llevado su evangelio por más de 500 años a los sitios más recónditos del planeta, pero parece que necesita hacerlo a lo más recóndito del hogar, porque es allí donde se debe fortalecer el significado de la Cruz. Es en la sala de una casa, con televisor apagado, donde se debe decir: "Cristo murió por nosotros y espera que nos arrepintamos de corazón para regalarnos vida eterna".
Cuando un Sacerdote inicia el oficio religioso, aunque no nos guste pararnos y sentarnos a cada rato, debemos escuchar con detenimiento el sermón de la mañana porque el mensaje de Cristo se abre hacia nosotros. Si desviamos la atención, no podremos seguir caminando sobre las aguas como cuando Pedro pidió a Jesús que le hiciera caminar sobre el mar. Lo hizo, pero en instantes cayó porque desvió la mirada.
Estimado jovencito, no utilices más la misa para asuntos que tienen su lugar y su momento; en cambio, pídele a tus padres que compartan más la palabra en casa con amigos y familiares. Díganle que les hablen con Biblia en mano todas las enseñanzas que Cristo dio a sus apóstoles.
Si respetamos el evangelio, nos convertiremos en hacedores y evangelizaremos a muchos más. Recuerde que Dios no quiere tradiciones de hombres sino que derramen su arrepentimiento personalmente con Él.
