OPINION

CUARTILLAS
Fuerza

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Por Milcíades Ortiz Jr.
Catedrático

Es un exitoso profesional, con más de un millón de dólares de fortuna, pero el licor lo domina totalmente. Menos mal que toma luego de sus horas de trabajo, pero ya le está afectando físicamente este vicio. Quienes lo conocen no se explican cómo no puede salir de las garras de esa "adicción", cómo se le llama elegantemente ahora al vicio.

También hay quienes consideran que los borrachos están "enfermos", o son así por culpa de los genes de quién sabe qué pariente alcohólico de épocas pasadas. Otro sujeto también es ilustrado, con varios títulos. Tiene buen empleo; pero no puede pasarse una hora sin caer en las seductoras manos de un supuestamente inofensivo tubito de papel, relleno de tabaco.

Es un fumador empedernido, que tiene la boca dañada por la nicotina, el rostro lleno de arrugas prematuras, mal aliento y la ropa con olor a hierba quemada. Cuando se le dice que "fumar produce cáncer", se sonríe y se excusa tontamente con la frase: "de algo tiene que morirse uno".

Más allá existen personas que su vicio es el juego. Ya sea lotería, bingo, o las terribles maquinitas "traga-perras" (traga-níqueles) de los casinos. A esos no se les arruinará el hígado ni sufrirán de cirrosis. Tampoco se enfermarán del cruel cáncer. A lo sumo su dolencia puede ser un dolor en el hombro, de tanto mover la palanca de las maquinitas. Esto no los matará, pero sí les arruina la vida con las deudas).

Pero todos ellos son unas pobres personas, que no tienen suficiente voluntad para dejar el vicio; con baja auto-estima (aunque aprenden ser exitosos) y creyentes del suicidio lento. Lo peor es que la mayoría no acepta que hace mal, que necesita ayuda y se molestan si alguien les señala su mala conducta.

Por eso no irán a las agrupaciones anónimas que existen en el país a buscar ayuda. Piensan -inocentemente- que "pueden controlar eso cuando quieran". Ante estos ejemplos de viciosos -o enfermos, o con genes dañados-, tengo que recordar a mi tío Vicente Lapadula (q.e.p.d.).

Era un humilde italiano que fue dependiente de una ferretería la mayor parte de su vida. Fumaba unos fuertes cigarros panameños hechos a mano, que servían para ahuyentar a los mosquitos en Parque Lefevre, en los años cincuenta. Y tuvo "carraspera", una tos que no se le iba. Cuando el médico le dijo que si no dejaba de fumar moriría en "dos años" fue ¡santo remedio!

Ese hombre sin estudios tuvo más fuerza de voluntad y ganas de vivir sano, que doctores, masters y licenciados que conozco. Al día siguiente dejó de fumar y vivió unos quince años sin problemas relacionados con el fumar.

No sé a ciencia cierta qué le metió miedo a mi tío, lo cierto es que tuvo mayor de voluntad para dejar el vicio que muchos "letrados" y genios que conozco. ...¡Después no se lamenten!

 

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