Los días de pago mucha gente envía dinero al interior por giros telegráficos. Por eso en el correo de Carrasquilla había una larga fila. Añada a esto, los envíos de cartas a parientes del exterior en diciembre.
Pues bien, al medio día hace semanas una sola funcionaria tenía que atender estas dos actividades.
Delante de mi habían diez personas. Detrás otras siete. Luego de casi media hora en silencio, un ingeniero comenzó a quejarse.
Respiré aliviado porque hacía tiempo que quería quejarme. Me callé para no parecer un viejo amargado y de mal humor.
Nosotros dos prendimos la oficina. Otros se quejaron también. La jefa se apareció, nos miró y no hizo algo para solucionar el asunto.
Parece que no habían otros funcionarios aptos. Sin embargo, a gritos pedimos que pusieran otro empleado para recibir cartas solamente.
Y ante el escándalo, apareció alguien de mala gana y facilitó el funcionamiento del correo.
Semanas después en un supermercado las cajeras no sabían cómo manejar unos bonos. Entonces comenzaron a llamar a la supervisora, quien no apareció de una vez.
Con voz alta, otro cliente y yo protestamos. Y eso llamó la atención. El otro señor dijo que el panameño no se queja y por eso a veces abusan de él con mala atención.
Yo me quejo cuando no me atienden bien. Incluso llevo dos quejas a la gerencia, aunque eso me cueste tiempo y dinero.
Por no atenderme bien donde venden unos famosos emparedados, tuve que hacer por lo menos cinco llamadas (eso cuesta plata ahora que los teléfonos están privatizados).
Añada a esto el tiempo que gasta en estas quejas y la amargura que le da cuando lo pasan de un teléfono a otro.
No creo que el panameño no se queje. Pero sí pienso que debemos quejarnos más y hacerlo de manera efectiva.
A veces ponen unos buzones de sugerencias para que el público exprese sus quejas.
Una vez me tocó ver a un ejecutivo que con una risita tomó las quejas del buzón... ¡y las tiró a la basura!
"Ya atendí las quejas de mis clientes", dijo burlón el mal ejecutivo. No entendía que si los clientes no vuelven a su negocio... ¡él se irá a la porra!, como dicen en la 24 de Diciembre.
Yo seguiré quejándome cuando no me atiendan bien, tanto en instituciones oficiales como empresas comerciales. Y si el asunto es grave, no volveré a usar esos negocios. ¡Haré mi propia huelga!