El tratamiento del recurso agua se puede dividir en dos categorías, una, la dulce que se ha utilizado para cubrir las necesidades del hombre, o la que se ha tomado como residuo después de usarla, llamadas también residuales, domésticas o industriales. La dulce que se encuentra en los embalses, ríos, lagunas, está básicamente contaminada por el aire y el suelo. Esas impurezas pueden ser orgánicas o inorgánicas, pueden estar disueltas o en forma de material particulado.
Estas impuridades se derivan de materias biológicas en descomposición que producen ácidos grasos, carbohidratos, aminoácidos e hidrocarburos; entre las inorgánicas están, metales tóxicos, arcillas, sedimentos; y por los microorganismos como bacterias, virus y protozoos.
En el grupo de los contaminantes químicos comunes tenemos hierro, manganeso, plomo, mercurio, cobre, zinc, fluoruro, sulfato, etc.
Para que el agua la podamos beber debe cumplir con una serie de requisitos de calidad física, química y biológica. Físicamente debe ser translúcida, de mínima turbiedad y color, inodora e insípida con elementos o compuestos en concentraciones establecidas por las autoridades de Salud. Debe estar ausente de microorganismos patógenos.
Los animales y el hombre, con sus contribuciones fecales, son responsables en gran medida de la contaminación. Para obtenerla limpia y pura tenemos que removerle los sólidos suspendidos, aglomerar y decantar los coloides y desinfectarla de organismos patógenos. Tenemos que filtrarla, sedimentarla, flocularla, coagularla y desinfectarla. El agua, luego de desinfectada, debe quedar al menos con 0.2 mgl de cloro residual para prevenir su contaminación biológica en el camino de la planta al consumidor.