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Cuando escuché la lamentable noticia de la muerte a tiros de un profesor por reprender a un estudiante, mi mente se fue por el túnel del tiempo.
Me vi en un humilde salón de un anexo de la escuela República de Haití, en Río Abajo. Era el tercer grado de primaria y yo tenía ocho años. Así que eso ocurrió hace cincuenta y cuatro años.
Resulta que el papá del “Fulo” fue a averiguar por qué se quejaba la maestra de la conducta de su inquieto hijo.
Se trataba de un señor alto y flaco, blanco, trabajador, sencillo. Al escuchar a la maestra se levantó, sacó la correa y le entró a correazos a su hijo... ¡delante de todo el salón!
“El Fulo” se retorció por los golpes y gimió un poco. Su papá le dijo a la maestra que tenía toda su autorización para pegarle al chiquillo cuando se portara mal.
Y la maestra lo hizo varias veces. Yo vi romper reglas en el huesudo cuerpo de “El Fulo” cuando se portaba mal y sacaba de sus casillas a la maestra.
¿Eso fue ejemplo de maltrato físico en la escuela? ¿La maestra fue acusada de abusadora? ¿El padre era un desalmado por aconductar a su inquieto hijo a correazo limpio?
NO. En tal época eso no era delito ni causaba mayor asombro. Varias veces vi a padres de familia castigar físicamente a sus hijos mal portados en la misma escuela.
Es que en aquella época que unos podrán llamar obsoleta (antigua) existía respeto y disciplina en las relaciones adulto-niños en Panamá, cosa que ahora ha desaparecido.
Tal vez algunos consideren que tolerarle al chiquillo cualquier mala-crianza y grosería, es señal de vivir en “tiempos modernos”.
Sólo debo alegar que esos niños que crecieron con la llamada “psicología del correazo o el manotazo”, fueron gente de bien.
Ahora muchos niños y jóvenes tienen una conducta deplorable porque ha desaparecido el respeto hacia los mayores.
Pueden decir lo que quieran los psicólogos. Creo que un correctivo físico a tiempo no hará un tremendo trauma en la mente de los niños.
A lo mejor servirá para evitar que mañana sea un delincuente. |
