¡Qué va papa! este año el Festival de Jazz panameño no tuvo nada que pedirle a los que se realizan en las grandes ciudades del mundo.
De principio a fin, sino que lo digan los que asistieron los dos primeros días al Teatro Anayansi de ATLAPA, cuando en la plenitud de la noche se escucharon los primeros acordes de la música que penetraba el alma y se adentraba en los corazones de quienes la escucharon: el jazz.
SIN PALABRAS
Habría mucho que decir de este evento, sobre todo, de la participación de parte del legado, tanto humano como artístico en la presentación de sus hijos: Marcelino Thompson, en el bajo y Mauricio Smith Junier, en la flauta; dejaron a más de uno con la boca abierta.
Los acontecimientos prosiguieron entre la mezcla de sentimientos que abrían paso a paso a místicos recuerdos tras el sonido de la flauta y el bajo de la nueva generación.
El legado continúa vivo y la magia volvía, cual si fuera el fantasma de Mauricio, que se presentaba a través del talento de su hijo y no faltó quién dijese: "Toca igualito a su padre". "Me encanta celebrar la vida de mi padre", señaló el Junier.