En las elecciones del próximo mayo, esperamos que prevalezca la reflexión, divorciada de todo tipo de pasión, la pasión es la esclava de las angustias y de los sufrimientos sin solución. He escuchado en la dialéctica temática de la actual fogosidad política muchos proyectos faraónicos con intenciones de consumarse en el siguiente quinquenio.
Estimo que es demasiado pronto para ocuparse hurgando el indeciso futuro, el que como el viento son repentinos y pueden cambiar de rumbo en momentos inesperados.
Desgraciadamente, ya no se puede ofrecer el cielo y la tierra como en los tiempos de mi abuelito, volviendo al concluirse los cuatro años, porque antes eran cuatro, con la misma perorata cursi. El antibiótico de la ignorancia no ha podido erradicar este virus resistente que se ha extendido de generación en generación.
Los malos hábitos presumen las mismas vestimentas de siempre, son maliciosos, amañados y se extienden con la pasmosa velocidad vertiginosa del tornado en furia, amo de la fuerza invencible de un monstruo desencadenado. ¡Cuán triste es esperar los efectos de las promesas que nunca llegan en este desfile de onerosas condenas conocidas como destino humano!
Le procuro la venia respetuosa a mi pueblo, recomendándoles el entregado y juicioso examen de conciencias en este ejercicio electoral elevado que se avecina, cumpliendo con lo que nos faculta la Constitución Política, el derecho a seleccionar el mejor.
El mal carece de óptimas credenciales y no tiene derecho a existir. ¿Cuántos pensamos al depositar el voto por la ranura de una urna que con esta acción podemos encontrar el soplo de vida para todos, en el que la recompensa y el agradecimiento puedan unirse tomando el viento impulsivo, puesta la barca con la proa desafiante hacia el faro seguro? Un sol esplendente brillará cuando gane el mejor, la gente está madura y sabrá escrutar, es de prudencia el decir que la satisfacción es el razonamiento indispensable de las grandes alegrías.
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