Es una inclinación que no distingue clase social ni mucho menos edad, pero existe. La bisexualidad es vista como la capacidad que tienen muchas personas para amar a dos personas, con la diferencia de que se ama a un hombre y a una mujer al mismo tiempo.
Esta capacidad puede incluir la atracción física, sexual y emocional. La bisexualidad no implica la renuncia al propio sexo ni la negación del rol que se posee como hombre o como mujer lo que genera que, en algunos casos, quienes eligen este modo sexual tiendan a esconder sus prácticas para no afectar su faceta heterosexual frente al entorno.
Desde otro punto de vista, podríamos verla como un intento de ampliación y expansión del mundo erótico y la búsqueda de nuevas experiencias. Pero una cosa es transitar por una etapa de confusión y otra muy distinta es que la bisexualidad sea en sí misma y estructuralmente una confusión. En esencia, la bisexualidad es una orientación sexual como lo es la homosexualidad y la heterosexualidad.
Ser bisexual no define nuestro estilo de vida o nuestra conducta sexual. Las personas bisexuales pueden ser monógamas, poliamorosas o incluso célibes, tanto como lo son las personas heterosexuales, las lesbianas y los "gays". Muchos bisexuales tienen relaciones sexuales con personas de un solo sexo o no las tienen con nadie, y aún así se consideran bisexuales. Otras personas, en cambio, tienen relaciones con personas de ambos sexos y no se identifican como bisexuales.
Es erróneo sostener la creencia de que la bisexualidad roza la perversión transgrediendo los códigos aceptables o ubicarla alrededor de la idea de voracidad o compulsión sexual. Del mismo modo, es también equivocado conjeturar -prejuiciosamente- que en todos los casos se trataría de una homosexualidad reprimida y desplazada.
Definir nuestra sexualidad es un proceso profundo que en algunos casos puede ser muy complejo.
Sin embargo, en distintas fases de la vida podemos sentirnos atraídos por ambos sexos. Esto se ve habitualmente en los juegos sexuales infantiles (donde podemos sentir deseo y jugarlo, tanto con el primo o la prima, el compañero o la compañera del grado) o en la pubertad en la que al mismo tiempo que nos enamoramos perdidamente de nuestro primer amor (heterosexual) desarrollamos un intenso erotismo con nuestros pares de género.