Apenas empieza a despertar a la vida, y ya no puede con ella. Rodolfo Melcazar tiene 18 años, pero está condenado a pasar el resto de su vida en una silla de ruedas y con parálisis facial.
Dos días después de la Navidad del año pasado, dos balazos se le estrellaron en la cabeza cuando pandilleros de Curundú se enfrentaban.
Melcazar no tiene ninguna relación con los agresores, que resultaron ser un adolescente de 14 años y un adulto. Tenía dos días de estar de visita donde una tía.
La mañana del 27 de diciembre, él conversaba con otro sujeto en la planta baja de un multifamiliar en el sector Transporte y Talleres, cuando se presentaron los gatilleros. Aparentemente el blanco de los matones era el acompañante de Melcazar.
Su padre, Otero Melcazar, con voz quebrantada, pide justicia a las autoridades. "Mi hijo no puede mover las piernas".
Rodolfo es el penúltimo de ocho hermanos. Fue recluido por más de 15 días en el Hospital Santo Tomás.
El padre dijo que su trabajo en el Mercado Público no le alcanza para comprarle una silla de ruedas.
La familia, de la etnia wounnan, vive en la barriada 2000, en Arraiján.