Once funerales en un día de por sí son demasiados para un sólo distrito como La Chorrera. Y cuando a esto se le suma que uno de los fallecidos es nada menos que el custodio de la cultura musical de la región, el dolor se multiplica a la enésima potencia.
Pero el de ayer fue un dolor que se mezcló con fiesta al son de la cumbia chorrerana; el ritmo que Carlos Felipe Isaac, el gran "Ñato Califa" desarrolló, popularizó y defendió hasta su último aliento un fatídico viernes 13.
Y el sonido de la cumbia comenzó a sonar desde ayer temprano, en el solar a un lado de la biblioteca pública Hortensio de Icaza, donde casi todos los chorreranos más vetustos coinciden en que sonó por primera vez este ritmo.
A las 10: 00 am, Ñato y su inseparable cantante Lucía “Chia” Ureña, llegaron al Estadio "Muquita" Sánchez; sus féretros cargados por sus familiares y amigos.
Cualquiera que dudase de la influencia de Ñato Califa en La Chorrera quedó convencido en ese momento: el estadio estaba repleto con más de 3 mil almas, quienes aplaudían y gritaban cuando el ataúd del Rey de la Cumbia era alzado frente a ellos.
“Murió Chia, Murió Califa, murió el conjunto", "La Chorrera llora de dolor", eran las tonadas que cantaban al son de cumbia mientras el ataúd era colocado en su sitio, bajo varias carpas donde ya se encontraban los cuerpos de los músicos que lo acompañaron hasta el final en aquel despeñadero de El Cacao.
En la homilía, el Arzobispo de Panamá, Monseñor Dimas Cedeño, destacó el valor humano de los integrantes de la agrupación, quienes supieron servir con desprendimiento y amor utilizando el arte de la música que Dios les dio.
Tras el anuncio de declaraciones de duelo Presidenciales y Municipales, y demás entidades oficiales, políticas y privadas; se destacó que las recaudaciones al recoger el diezmo será destinado a los familiares de los 12 músicos que perdieron la vida.
Lo que siguió luego fue un multitudinario y emotivo adiós en las calles de La Chorrera, con el féretro de Ñato en el carro bomba 32 y Chía en el 23 del Cuerpo de Bomberos local. Al pasar, eran recibidos con sonoros aplausos y vítores. "¡Ya te me vas, Ñato!", suspiró un robusto chorrerano con lágrimas en los ojos.. pero al mismo tiempo, bailando cumbia.
En este punto, Ñato y Chía se separaron: el primero para el Cementerio privado de Los Guayacanes, y Chía hacia el cementerio Municipal, donde comparte descanso con otros siete de los músicos fallecidos en El Cacao.
Ya había una multitud esperando a Ñato Califa y a su hijo Carlos en su última morada en Los Guayacanes. Muchos de los que lo esperaban aquí eran amigos de juventud de Califa, quienes pasaron más de una madrugada bailando sin cesar durante las maratónicas sesiones de cumbia con su conjunto.
Palabras de duelo y pésame fueron repetidas continuamente ayer en La Gran Chorrera, ahora sin Ñato; pero las más emotivas resultaron ser las de su hermano, Rafael Isaacs, mientras apretaba los puños sobre el ataúd: "Muchos te lloran ahora, y después se van a olvidar de tí el fin de semana; pero tú sabes que yo no te voy a olvidar nunca Ñato".
En esta frase se encierra el reto para La Chorrera que deja ahora la desaparición de Ñato Califa, quien en sus últimos años confesó temer por la desaparición del ritmo chorrerano por la influencia de música foránea.
Era imposible que los chorreranos pudieran evitar su muerte, pero lo que sí pueden evitar es que la cumbia chorrerana se vaya a la tumba con él. Al atesorar y mantener su legado musical autóctono, La Chorrera demostrará que no se olvidará de Ñato Califa el próximo fin de semana ni ningún otro día.