El bebé nació normalmente, en el tiempo esperado, con un peso normal y un cuerpo sano. Todos sus órganos internos estaban bien. Había una sola anormalidad en la vida de esta criatura de Sofía, Bulgaria, de padres chinos: tenía dos cabezas, dos cabezas normales. Pero un bebé con dos cabezas no podría jamás tener una vida normal. Y los médicos sabían que tendrían que amputar una de ellas. ¿Pero cuál? Lanzaron una moneda al aire. La moneda determinó la decisión. El doctor Georgy Saron amputó la cabeza perdedora. La criatura sobrevivió a la operación.
Cuando se lanza una moneda al aire para decidir una cuestión, las probabilidades de que la moneda caiga por una cara o por la otra son de 1 en 2. Sobre dos posibilidades, hay una sola probabilidad. Es la más simple de las probabilidades.
Pero cuando se juega a la lotería, al menos en algunos lugares, se tiene 1 probabilidad sobre 5.200.000 de ganar. La probabilidad de morir a manos de un terrorista es mucho más alta: 1 en 650.000. La probabilidad de tener el cabello canoso a los cincuenta años vuelve otra vez a ser 1 en 2.
Si a alguien le gusta esquiar, y va a una montaña para aprender, la probabilidad de que se accidente el primer día es 1 en 300. La probabilidad de que gane el caballo sobre el cual uno ha apostado es menos de 1 en 100 si se computan las ocho carreras del programa. Y la probabilidad de morir en un accidente de aviación es 1 en 7 millones.
Así lo exponen Bernard Siskin y Jerome Staller, autores de un interesante libro titulado: ¿Cuáles son las probabilidades en la vida diaria?
La lista sigue. La probabilidad de encontrar una billetera llena de dinero es 1 en 25.000; la de pescar un resfrío en mal tiempo, 1 en 300; y la de ser feliz en el matrimonio, 1 en 3. Sin embargo, la probabilidad de escapar a la muerte es cero. No existe probabilidad alguna. Es por esta segurísima probabilidad que necesitamos de antemano rendirle nuestra vida a Cristo. No arriesguemos a la ruleta rusa el bienestar de nuestra alma. Hagámonos amigos de Cristo, el Hijo de Dios, mientras todavía estemos vivos. Hoy puede ser el día en que aseguramos nuestro futuro. Hoy podemos tener la seguridad de la salvación.