No podía creer lo que leía. Así que le pedí a la funcionaria que lo leyera y me explicara su significado. Era un documento bancario para conseguir un préstamo. Luego de poner los datos personales, encontré la oración misteriosa.
Decía así: "forma más fácil de encontrar la residencia". Entonces la joven muy seria y con voz reposada explicó el asunto. Dijo que algunas veces las direcciones que dan los clientes no se entienden y son difíciles de encontrar.
Entonces no pude reprimir mi vena humorística. Le señalé si quería que le dijera la cantina más cercana, o si había algún árbol de mango cerca de la casa.
Me miró extrañada la joven, tal vez pensando que le estaba "tomando el pelo".
Pero no era así. Muy serio le expliqué que años atrás, en el interior del país se daban las direcciones de esa manera.
Como no existía nomenclatura en muchos pueblos panameños, la gente identificaba sus casas señalando sitios conocidos que estaban cerca. Y las cantinas y árboles de mango por lo general eran conocidos para la gente del lugar. De esa manera la funcionaria comprendió que no me burlaba de ella, sino de la curiosa oración y el asombroso requisito. Luego medité que el Banco tenía toda la razón de no conformarse con la dirección oficial de una vivienda.
Si me preguntan dónde vivía diré que en la calle Níspero de San Francisco.
Estoy seguro que la mayoría de las personas no tienen ni la más remota idea de dónde queda eso.
Y como no hay otras frutas de nombres de calles cercanas, el asunto de encontrar la vía Níspero es imposible.
En los últimos treinta años, se han gastado millones de balboas en tratar de darle a la ciudad capital una nomenclatura eficaz y fácil de seguir.
Ciudades mucho más grandes que la capital cuentan con direcciones fáciles. No entiendo qué maldición le ha caído a la capital para no disfrutar de esto. Si le dicen a usted que la calle es la ochenta y cuatro de San Francisco, al menor puede ir siguiendo la numeración y encontrarla. Sin ser técnico en direcciones, pienso que este sistema es el más sencillo y eficiente. Ponerle a ciertas calles nombres de frutas es un error garrafal, o un negociado de alguien avivato.