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Agencias Internacionales

Cuando el Reverendo Thomas Bird se convirtió en pastor de la Iglesia de la Fe Luterana, había muy pocas dudas de que toda su intención era guiar a los desdichados paganos hacia la luz. El hecho de que guiara a Lorna Anderson al dormitorio con oh, propósitos tan poco religiosos fue emocionante y agradablemente escabroso para toda la población de Emporia, Kansas.

Para mayor vergüenza, el Rev. Bird era casado y todo eso. El y su esposa Sandy tenían tres pequeños Bird: Andrea, 5 años, Paul 3 y Aaron, 2. En 1980 el alto y buen mozo pastor, con dos licenciaturas en el cinturón, fue considerado el líder espiritual ideal de su rebaño. Y Sandy no era nada superficial. Había obtenido una licenciatura en matemáticas y estaba empleada como profesora en la Emporia State University. Al mismo tiempo, estaba estudiando para una licenciatura en matemáticas en computación.

La vida se deslizaba fluidamente para los Bird hasta el día en 1982 en que el reverendo conoció a Lorna Anderson, esposa de Martín Anderson, técnico médico en jefe del hospital local. Lorna, madre de cuatro niñas de dos a ocho años, debía haber sabido mejor lo que hacía, pero no lo hizo.

Los Bird y los Anderson empezaron a socializar, Thomas y Lorna se comportaban como dos conejos en época de celo. Amigos, estaban en eso todo el tiempo. Unos pocos meses después de su primer encuentro, el reverendo contrató a Lorna como secretaria de tiempo parcial de la iglesia. Lorna tomaba la mayoría de su taquigrafía desde una posición horizontal. Thomas, el semental, le dijo a Lorna que ella era la única mujer para él. Pensaba que su esposa estaba siguiendo una carrera académica, lo cual no era apropiada para la esposa de un pastor. Si sólo Sandy y Martín no estuvieran en el cuadro, él y Lorna estarían libres para casarse. No más esconderse en los rincones. El reverendo Bird tomaría el asunto en sus propias manos.

En una gloriosa noche de julio, Thomas llevó a Andy a ver una película y luego al paseo de los enamorados local a lo largo del río Cottonwood. Thomas sugirió una caminata. Cuando dejaban el auto, escogió una pesada barra de metal del piso, Sandy no se dio cuenta. Tomados de la mano, caminaron hacia el puente Rocky Ford. Thomas revoleó la barra, y golpeó a Sandy directamente en medio de la frente. Ella pudo luchar brevemente antes que él la empujara por sobre el borde del puente hacia las rocas veinte metros más abajo. Thomas había venido preparado. Se sacó las ropas, dejando solamente los pantalones cortos de deporte que había usado bajo la ropa. Bajó por la orilla y arrastró el cuerpo de su esposa dentro del agua. Entonces se vistió, se sentó tras el volante de su auto, apuntó el vehículo fuera del camino en una curva cerrada antes del puente. En el último momento, saltó limpiamente. Thomas corrió los doce kilómetros de vuelta hasta su iglesia, dejando todo el tiempo sus ropas en varios tachos de basura a lo largo del camino.

A la mañana siguiente, un canoista, Brian Fletcher, divisó el auto en aguas poco profundas, yaciendo sobre el techo. Al lado del auto estaba el cuerpo de una mujer. La Patrulla de Carreteras de Kansas investigó. Aunque encontraron extraño que no hubiera marcas de un patinazo en el pavimento, la muerte fue rotulada como un trágico accidente. Cuando se le avisó del accidente, Thomas se mostró destrozado por la pena. Cuando Sandy no había llegado a casa a la hora habitual la noche anterior, se había alarmado. A la 1:45 de la madrugada había llamado a amigos y a seguridad en la Emporia State University. En realidad, había pedido a seguridad que buscara en los edificios.

No quedó un ojo seco en la iglesia cuando Thomas dio su conmovedor panegírico. Fue triste; fue trágico. Fue, en suma, el asesinato perfecto. Thomas, junto con Lorna, decidieron probar suerte una segunda vez. Martín, el marido de Lorna, simplemente debía desaparecer.

Dos meses después de la muerte de Sandy, los conspiradores se aproximaron a Darrel Carter, un peluquero de señoras y definitivamente para nada un asesino por naturaleza. Le preguntaron a Darrel, quien se sintió comprensiblemente impactado, si quería actuar como asesino a sueldo en el asesinato de Martín Anderson. Darrel sugirió que un divorcio sería algo mucho más civilizado. Lorna señaló que uno no recoge dinero de un seguro de vida cuando se divorcia. Mencionó que había asegurado a su marido por 300.000 de los grandes. Darrel agradeció a la pareja el haber pensado en él, pero declinó la oferta. Una tintura, definitivamente, un lavado y marcado, con seguridad, pero un asesinato, de ninguna manera. Sin embargo no dejó a la pareja en el aire. Les recomendó a su hermano Daniel. La mortífera pareja se acercó a Daniel, quien aceptó un adelanto de $5,000 y partió rumbo a lugares desconocidos.

Thomas y Lorna decidieron que simplemente no se podía confiar en nadie en el negocio del asesinato y que harían el trabajo ellos mismos. El 4 de septiembre de 1983, Martín y Lorna Anderson, junto con sus cuatro hijas, estaban volviendo a casa después de un viaje a Fort Riley. Fue una experiencia horrible para todos los ocupantes del auto, especialmente para Martín.

De acuerdo al relato testimonial de Lorna del suceso, se habían detenido en un restaurante para autos por unos helados y unos licuados y luego continuaron la marcha. Estaba oscuro. Lorna estaba conduciendo. Se sintió mal y llevó la camioneta a un costado del camino.

Ella y Martín se bajaron del auto para estirar las piernas. De repente una voz en la oscuridad dijo: “¿Dónde está su billetera?” Martín estaba entregando la billetera cuando el hombre empezó a tirar. El asaltante se volvió hacia Lorna y apretó el gatillo, pero el arma se trabó. Le dijo que si gritaba la mataría. Tan rápidamente como había aparecido, el asaltante desapareció en la oscuridad. Lorna no pudo dar una descripción exacta del asesino excepto decir que llevaba una máscara. La historia de Lorna no les sonó real a las autoridades. Además, hacía sólo cuatro meses que el Reverendo Bird había perdido a su esposa en ese trágico accidente. Ahora el marido de su secretaria había sido asesinado por un pistolero solitario en un camino oscuro.

Los hombres de azul echaron otra mirada a la relación entre el reverendo y su secretaria. No pasó mucho tiempo sin que apareciera lo de la póliza de seguros por 300.000 dólares. Varios feligreses declararon voluntariamente que habían visto a Thomas y Lorna en abrazos muy poco religiosos. En realidad, muchos sentían que su líder espiritual se acostaba con Lorna antes, durante y después que sus respectivos cónyuges encontraran la muerte tan inesperadamente.

El Reverendo Bird renunció a su posición en la Iglesia de la Fe Luterana. Poco después, él y Lorna fueron acusados de solicitud para cometer asesinato. En junio de 1984, Thomas fue sometido a juicio. La fiscalía presentó cartas de amor enviadas por él a Lorna. El reverendo subió al estrado de los testigos en su propia defensa, afirmando que las cartas eran sólo prueba de “un auténtico amor cristiano”.

No le valió de nada. La fiscalía presentó un caso a toda prueba, completo con testigos a quienes Thomas se había acercado para que mataran a Martín Anderson. Fue encontrado culpable de solicitud para cometer asesinato en primer grado y sentenciado a dos y medio a siete años de prisión.

Mientras Thomas estaba en prisión, las autoridades revisaron las circunstancias que rodeaban la muerte de su esposa. El cuerpo de Sandy fue exhumado y se realizó una autopsia. Esta segunda autopsia descubrió evidencia de que había sido golpeada en la cabeza con un instrumento contundente y que la caída desde el puente había causado su muerte. Lastimaduras en sus muñecas eran compatibles con una lucha antes de la caída. En febrero de 1985, el Reverendo Thomas Bird, residiendo todavía en prisión, fue acusado del asesinato de su esposa. Fue encontrado culpable y sentenciado a cadena perpetua.

Lorna, quien estaba en libertad esperando su juicio, definitivamente no era del tipo fiel. Cortó todo contacto con Thomas y se casó con un tal Randy Eldridge.

Pronto, fue sometida a juicio por conspiración para matar a su primer marido, Martín. Lorna fue encontrada culpable y sentenciada de cinco y medio a 18 años de prisión.

Mientras estaba en prisión, Lorna confesó que el hombre enmascarado que había matado a Martín era Thomas Bird. Ella lo había provisto del arma, la que originalmente había pertenecido a su marido. Thomas había tirado el arma en una laguna cercana.

La confesión de Lorna abrió una verdadera lata de gusanos. En mayo de 1987, fue acusada de la muerte de Martín Anderson. Lorna Eldridge se declaró culpable y fue sentenciada a quince años más de prisión.

Seis años después del asesinato, Thomas fue acusado del asesinato en primer grado de Martín Anderson. A pesar del testimonio de Lorna para la fiscalía, fue encontrado inocente. Tan recientemente como 1996, Lorna Eldridge fue liberada bajo palabra. El Reverendo Bird será elegible para ser dejado en libertad bajo palabra en diciembre del año 2000.

 

 

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De acuerdo al relato testimonial de Lorna del suceso, se habían detenido en un restaurante para autos por unos helados y unos licuados y luego continuaron la marcha. Estaba oscuro. Lorna estaba conduciendo. Se sintió mal y llevó la camioneta a un costado del camino.

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