EDITORIAL
Debates electorales
En las competiciones electorales
contemporáneas toman palco y asiento relevante los debates entre
los aspirantes a cargos de elección, de manera que en tales encuentros
de opinión, los candidatos expongan con amplitud, sin cortapisas,
ni recelos, sus criterios en torno a los temas y asuntos de sensitivas consideraciones,
que devienen en apoyos o disentimientos de los ciudadanos.
Los debates electorales permiten a los auditorios discernir y asentar
preferencias, valorizando los argumentos y las razones de las exposiciones,
y en tal derrotero constituyen importante contribución política
que reforza militancias e invita a engrosar las membresías partidarias.
En los comicios de 1994 existieron distorsiones sensibles en la presentación
de los debates políticos; los mecanismos que reglamentaron sus organizadores
conducían a estrechar el marco de las ideas y reducir las intervenciones,
para concluir en un elitismo selectivo, que rechazaron algunos de los invitados.
De igual manera, con equívoca actuación, personas de escaso
valor civilista, acudieron a los encuentros con el propósito de introducir
cuestionamientos de aberración y censura.
Ahora, en el camino de la lucha electoral que renovará los cargos
de mando electivos, a discernirse en los comicios de mayo venidero, se materializa
el compromiso de debatir antecedentes partidarios, vocear programas y planes
de gobierno de las candidaturas en competencia; situación que resulta
de gran valor y conveniencia al desarrollo ideológico de los electores
quienes adquieren así conocimientos y afirman las preferencias de
sus opciones.
Los debates que hayan de realizar los aspirantes presidenciales deben
rodearse de garantías y protecciones, de manera que el tono de las
exposiciones corresponda a expresiones de altura; de transparencia conceptual;
de ascenso académico y político. En tal sentido, todos los
candidatos inscritos deben tener acceso a la tribuna, y asimismo recibir
el tratamiento cortés y decoroso que sus investiduras ameritan.
Conviene recordar que Panamá vive momentos de sensitiva trascendencia,
cuando la perfección soberana y la reversión geográfica
y canalera acontecerá en el decurso del calendario de fin de siglo;
realidad que exige de los panameños de conciencia patriótica,
de altura de miras, consolidar unitaria voluntad, que permita cumplir el
reto histórico y renovar el camino de ascenso republicano que impulsó
la creación del estado nacional.
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