Falleció Mons. Daniel Núñez:
un hombre bueno
Eduardo Soto P.
Crítica en Línea
Lo encontraron muerto en
su cama, ayer. Eran las seis de la mañana. El 13 de mayo hubiera
cumplido 72 años. Aunque estuvo muy enfermo a lo largo de todos estos
años, la noticia no dejó de arrancarle un suspiro de sorpresa
a muchos. Pero los alivió saber cómo ocurrió todo:
la muerte llegó en la madrugada, sin gran escándalo, mientras
Daniel dormía.
Quienes conocieron su trabajo con los indígenas en las montañas
de Chiriquí, donde estuvo por más de 34 años como obispo,
saben que para Monseñor Núñez no fue triste ni feo
ese momento. Tal vez hasta sonrió; el ángel del Señor
llegó, lo encontró en paz, y se lo llevó.
Ayer en la tarde llevaron el cuerpo a la Casa Cural, y ahí lo
dejaron hasta hoy. Se veía sereno, como dormido. Los familiares no
dejaron que le tomaran fotos. A él no le gustaban mucho las fotos.
EL OBISPO
En el templo dedicado a la Virgen del Carmen, en la ciudad de David,
fue consagrado obispo de Chiriquí el 2 de agosto de 1964, en reemplazo
de Tomás Clavel, quien por aquella fecha fue nombrado arzobispo de
Panamá.
Se le conoció su pasión por la radio y su importancia como
herramienta para hablarle de Dios a los desposeídos en los campos.
Bebió del cántaro misionero que le hizo preocuparse por las
vocaciones sacerdotales. Incluso, uno de sus últimos desvelos lo
provocó la creación de un seminario menor en la provincia.
Hacen falta sacerdotes en Chiriquí, y él se propuso regar
el jardín de "los llamados" para que muchos jóvenes
siguieran el trabajo de dar la Buena Nueva a los chiricanos.
"Era un santo varón", fue una de las frases bonitas
que se dijeron de él ayer en la Curia Metropolitana en Panamá,
donde la conmoción reinó de momento cuando se recibió
la primera noticia sobre la muerte del obispo.
Siempre se dice lo bueno del difunto, pensará cualquiera de los
lectores. Pero no es así en este caso. A Daniel se le recuerda por
la dulzura de su trato; por el don de conciliación que lo adornó
durante todo su episcopado; por su entrega y trabajo duro en beneficio de
los más necesitados y, sobre todo, porque pasó por esta vida
haciendo el bien.
La nota de prensa de la Conferencia Episcopal Panameña dice de
monseñor Daniel Núñez en sus frases finales lo siguiente:
"Una de sus grandes preocupaciones pastorales fue el trabajo con el
sector indígena y campesino de la Diócesis de David. Igualmente
fue un incansable promotor de las vocaciones sacerdotales y religiosas".
Se les olvidó decir que vivió como un hombre bueno.
LA SUCESION
A pesar del dolor por la ausencia del buen pastor, muchos no dejan de
preguntarse ¿quién será el sucesor de monseñor
Núñez? La respuesta la tiene Juan Pablo II.
El Código de Derecho Canónico establece que quien debiera
tomar el lugar de Monseñor Núñez es el Obispo Coadjutor,
quien no necesita nombramiento formal por El Vaticano, y asume inmediatamente
como obispo titular. Sin embargo, ese cargo lo ejerce Monseñor Carlos
Ambrosio Lewis, quien es anciano y está muy enfermo en Estados Unidos.
Él ya no volverá a Panamá para labores pastorales.
En su Artículo 421, el Código Canónico ordena que
por la muerte de un obispo se nombre un Administrador diocesano. En la iglesia
existe un grupo de sacerdotes quienes integran una organización conocida
como "colegio de consultores", y son ellos quienes nombran al
Administrador, y deben hacerlo antes de ocho días a partir del momento
que se reciba la noticia de que la sede está vacante.
La Santa Sede también puede decidir otra cosa, y nombrar directamente
un Administrador o de una vez a un nuevo Obispo.
Pero normalmente ese proceso lleva mucho tiempo. "Puede tomar tres
meses o mucho más", dijo una fuente del Arzobispado.
Al tratar de hacer un perfil sobre el tipo de sacerdote que buscan para
nombrarlo obispo, fuentes cercanas a "la curiata" indicaron que,
tomando en cuenta las últimas consagraciones que ha hecho el Papa
de obispos en Panamá, se puede establecer que debe ser un hombre
con estudios en teología o alguna especialidad (Biblia, liturgia,
derecho canónico, etc.); mayor de cuarenta años, pero no mayor
de 50; panameño o extranjero nacionalizado; con gran celo por las
vocaciones sacerdotales y de estupendas relaciones con sus hermanos sacerdotes,
con las monjas y los laicos. Hasta el momento casi todos los obispos han
sido sacados del clero diocesano, es decir, no pertenecen a ninguna orden
religiosa.
Eso permite establecer una lista de unos 20 curas en todos el país,
especialmente de la capital.
Le corresponde al Nuncio Apostólico, Bruno Musaró, recomendarle
al Papa el sucesor. De esa lista de veinte sacerdotes, el Nuncio dejará
unos cuatro o cinco y empezará las consultas. A cualquier persona
que conozca al candidato lo llamaran para que vaya a una reunión
secreta en la nunciatura. Le entregarán un formulario que debe llenar
y firmar. Esta persona no debe hablar sobre esta consulta que se le hace,
y mucho menos revelar qué se dijo del candidato. A esto se le llama
"secreto Pontificio". Si alguien lo rompe, se le castiga con la
excomunión.
Finalmente, el Nuncio envía su propuesta a la Santa Sede, y allá
el Papa toma la decisión final.
Todos esperan que el sucesor tenga el corazón tan bueno como el
de Daniel Núñez.
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