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  OPINIÓN


Galería de trajes

Por: Hermano Pablo | Reverendo

Poseía un guardarropa sumamente nutrido. En amplios roperos y vestidores se alineaban 29 trajes de calle, todos de última moda y de las telas más costosas, 15 sacos de sport de los cortes más sensacionales, 110 camisas de todas las telas imaginables desde la popelina inglesa hasta la batista italiana, y desde la seda china hasta el hilado de Filipinas.

También era dueño de 30 pares de pantalones, 15 trajes de baño y 18 pares de zapatos y botas. Con tal derroche de prendas de vestir no era extraño que Arturo McFadden, corredor de bienes raíces de Miami, Florida, Estados Unidos, se declarara en quiebra. Debía 79 millones de dólares y poseía, en caja, apenas 1.490 dólares.

En la declaración de quiebra, McFadden solicitó al juez que le permitiera conservar su guardarropa porque, según decía él: "Un hombre de mi categoría no puede vestir con menos." Pero el juez, examinando su ficha y sus antecedentes, concluyó filosóficamente: "A este ciudadano el traje que mejor le queda es el de presidiario."

¡Hay tantas personas que viven pendientes de lo que visten! Para ellas lo más importante es la ostentación exterior y lo que exhibe la fachada para deslumbrar a los demás con un traje inmaculado, una camisa impecable y una corbata insuperable. ¡Y en el primer momento esa apariencia cómo engaña y cautiva la vista de la gente desprevenida! Bien dice la Biblia: "La gente se fija en las apariencias" (1 Samuel 16:7).

Dios, sin embargo, ve lo que está en el corazón. Cuando Dios mira el corazón del individuo, lo ve tal cual es: desnudo, pobre, débil, enfermo y cargado de malicia. Y cuando mira el alma del hombre perdido, la ve desnuda de su inocencia, despojada de su gloria, privada de su rectitud y hueca de su virtud.

Para ese individuo desnudo y mal vestido que es el hombre en su interior, Dios ha provisto a Cristo para que Él lo cubra con su gloria y lo libre de la vergüenza de andar moralmente andrajoso y harapiento. El apóstol Pablo dice: "Revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa" (Romanos 13:14).

¿Cómo podemos hacerlo? Pidiéndole en oración a Cristo que nos cambie y nos transforme por completo. De hacerlo así, Él contestará nuestra oración y nos hará conforme a su imagen y semejanza.



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