Estamos en un nuevo año y el gobierno actual se ha seguido caracterizando por: sus improvisaciones, contradicciones, desaciertos y por una gama de actos de corrupción que, como diría cualquier persona que conoce los problemas del país, pecan contra la esperanza.
A falta de pocos meses para que se celebren las elecciones, la corrupción aflora y aún no se han tomado medidas contundentes para detenerla.
Recientemente, el caso de los tres niños que murieron sepultados, luego de que una infraestructura que forma parte del proyecto de expansión del Corredor Norte colapsara, es consecuencia, precisamente, de la poca importancia que este gobierno ha prestado a las demandas de los habitantes de la nación.
CUANTAS VECES LA COMUNIDAD NO ADVIRTIO DEL PELIGRO QUE REPRESENTABA DICHO PROYECTO PARA ELLOS?
Pero, ahora, ya ocurrida la desgracia, todos los funcionarios, que hicieron caso omiso de las advertencias de la comunidad y que dieron su beneplácito para que dicho proyecto, a pesar de las protestas, se llevara a cabo, se lavan las manos como Poncio Pilatos, aunque se impuso una multa, ridícula por cierto, a la empresa PYCSA por 25 mil dólares.
Los panameños estamos cansados de tanta intransigencia, demagogia y mentira, pero, a pesar de todos los problemas que afligen a nuestra tierra, debido a la mediocridad gubernamental, creo que la gente no pierde aún las esperanzas de un mejor mañana.
La esperanza es un concepto que implica confianza en el futuro, en el porvenir, y quiera Dios que en el 2004 gane el candidato que, realmente, se sienta comprometido con el respeto a los derechos humanos y la democracia.
Aunque, quienes detentan el poder, actualmente, han olvidado que la grandeza de una nación se mide por el número de problemas humanos que soluciona.
El filósofo francés René Descartes decía que los gobernantes tienen el derecho a cambiar en algo las costumbres y, en el 2004, esperemos que quienes administran la cosa pública la cambien para bien y no para mal. |