El regué, con sus mensajes de muerte y groserías. La brujería estatal y la no gubernamental, las balaceras, asaltos, secuestros y ajustes de cuentas son manifestaciones alarmantes, pero sería pretencioso utilizar el término contracultura. En Panamá, del cura para abajo, sobrevivimos en una complaciente chabacanería. Los grupos marginados y delincuenciales, casi siempre han imitado valores y formas sociales que muy pocas veces chocan con los establecidos dentro de la frescura de la sociedad panameña. Se percibe que lo chabacano nos viene del constante discurso de gobiernos como este, hablando de generar oportunidades para los pobres que no impulsan el crecimiento y menos, establecen medidas claras de redistribución y que más bien subsidian la pobreza, la dependencia y la ignorancia supina y chabacana, con un propósito: El mercado de votos.
Los maestros de la chabacanería muchas veces son los propios gobernantes. Ser maleante, mal hablado, coimero, desconocedor de la historia, hacer trampas electorales, disparar balas contra opositores, meter cheques sin fondo y mala paga, parecen signos distintivos de grandeza en Panamá. Cuántos ministros, magistrados y diputados no han sido acusados de meter cheques "chuecos", no pagar sus cuentas, contrabando o de darle golpizas a la mujer.
Estos malos ejemplos los absorbe el cansado vulgo. Que grita soberanamente: "Voy a buscar lo mío", "Si ellos lo hacen, yo también". Y, es que el comportamiento de los que ejercen el poder tiene sus consecuencias y siempre será comentado, pues muchos parecieran profesionales inmaduros que además de no resolver los problemas, los agravan en forma chocante.
Lo que no tropieza ni pierde, es nuestra forma capitalista (¡la mejor del mundo compa!), que no desperdicia la ventajas de mediocridades ni vulgaridades, pues ha logrado meter a casi toda la sociedad istmeña en un solo saco publicitario con el maldito regué. El 98% de las cuñas del año, fueron a base de ese cacofónico e inculto desastre cultural.