Las estadísticas oficiales, han confirmado la descomposición o por lo menos, la alteración del prototipo o modelo tradicional de la familia, unidad básica que constituye nuestra sociedad.
Datos de la Contraloría General de la República, muestran que en el país se produjeron mil 331 divorcios, en los primeros seis meses de 2004. Esto tiene mucho que ver con un estudio de la división de desarrollo social, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que revela que además del envejecimiento, hay factores que están transformando las familias latinoamericanas, como la disminución del 47 por ciento, al 36 de los hogares compuestos por un padre, una madre e hijos.
El modelo de familia tradicional, se está deteriorando paulatinamente, aumentando las uniones informales de parejas, las separaciones o divorcios, las familias viviendo ya no de uno, sino de dos ingresos, entre otros fenómenos.
Las razones de estas alteraciones sociales, son varias. Pero, hay que destacar la creciente participación (de 37.9 por ciento, al 49.7), de la mujer en la vida laboral. Según los economistas, esto habría permitido la independencia económica suficiente como para constituir o continuar en hogares sin la pareja.
La mayor participación femenina, según los técnicos, tiene adicionalmente importancia en los esfuerzos por disminuir la pobreza y mejorar la distribución del ingreso, sobre todo en los niveles inferiores.
No obstante, es interesante que las investigaciones realizadas, demuestran que las mujeres mexicanas por ejemplo, aportan el 85 por ciento de tiempo total de trabajo doméstico y que en los hogares en los que ambos trabajan, ella labora en la semana, en promedio 15 horas más que el hombre, sumando el trabajo remunerado y el doméstico.