Llegó el año nuevo. Sin embargo una imagen no abandona mi mente: La de un hombre convaleciente en un hospital, quien luego del fallecimiento por desnutrición de una sus hijas, pedía ayuda al público.
La crisis que nos consume ya cumplió su mayoría de edad. Nació en 1984 con la modernización del estado panameño dirigida por el Presidente Nicolás Arditto Barleta. Una generación entera de nuevos ciudadanos no ha conocido otra situación. Pero me inclino a pensar que además de las crueles medidas de la banca internacional y de la corrupción de la inútil clase política, existen otros factores que empujan a la población a enterrarse cual tornillo en el pútrido madero social.
¿Cómo explicar las quejas por falta de dinero sí los comercios están tan atestados que no hay espacio ni para el clásico alfiler? ¿Cómo entender la corruptela en el gobierno sin el juega vivo de los ciudadanos de a pie? ¿Qué decir de quienes esperar un golpe de varita mágica y ser felices después de ganarse la lotería? ¿Y qué decir de aquellos que viven de las apariencias ganando un salario de B/400.00 y gastando B/800.00? ¿Será que estamos haciendo todo lo necesario para rendirnos y no para redimirnos?
Hace dos mil años el rey Herodes ordenó asesinar en Belén a todos los niños menores de dos años. Increíblemente, esa fecha la celebramos con bromas e inocentadas. El cumplimiento de las órdenes de Herodes hoy en día califica como genocidio, pero de algo estoy seguro: Ninguna madre entregó a un hijo ni dejó que le arrebatasen a un niño de sus brazos sin resistirse. Estoy seguro que ningún niño corrió hasta donde su asesino gritando: ¡Inocente mariposa! |