A 60 kilómetros de David en la provincia de Chiriquí, a orillas del río Chiriquí Viejo, emerge taciturno un paraje campesino donde la miseria parecía haberse radicado: Nuevo México.
Sus 400 moradores, hermanados por la adversidad, vivieron en carne propia la muerte de tres niños por desnutrición aguda; el cierre de las 14 bananeras independientes lo que hizo latente el desempleo; y las crecidas de los ríos que arrastraron consigo la poca esperanza de una vida mejor.
Madres solteras; hombres que perdieron las prestaciones sociales de muchos años de trabajo; niños inocentes con la mirada perdida, era el denominador común de esta tierra otrora pródiga, hoy golpeada adversamente por la naturaleza y el destino.
Pero la incertidumbre está llegando a su fin. Gracias al programa de Obras Comunitarias del MEF, al MIVI, al MOP, Nutre Hogar y el BID, Nuevo México está cambiando su rostro melancólico y justo cuando nos abocamos al advenimiento del Redentor del Mundo, como si fuese maná, está cayendo sobre terruño la bendición de mejores días.
El edil Ormely Caicedo, morador de Nuevo México y testigo fehaciente de toda la problemática del lugar, acordó con la comunidad dirigir los recursos del programa de Obras Comunitarias a subsanar esos males. En esa línea, se formalizó la entrega de casas confortables a familias que siempre han vivido sumidas en pobreza extrema; Nutre Hogar se instaló en el lugar para evitar que se repitan decesos por desnutrición severa, y el puente de Gariché será reparado para ponerle fin a la amenaza que representaba para los humildes usuarios, en tanto que el BID construirá el camino de 8 kilómetros para que los moradores tengan una salida expedita hacia otras comunidades.