Para el mes de diciembre es normal y tradicional que se organicen fiestas en las empresas, instituciones y barriadas. Es un momento para departir con las amistades y compañeros, luego de un año de labores.
Para alegrar el ambiente se difunde música, se ofrece una cena y consume licor. En la bebida está el problema. Hay gente que no controla el trago, sino que el guaro lo controla a él. Así usted observa al compañero o vecino que normalmente no dice ni pío, se convierte en el más parlanchín. Cuando está entonando habla más que una cotorra y en el baile John Travolta o "La Muñeca que Pasea", se le quedan chiquitos.
Pero ese no es el problema principal. Hay gente que como no tiene límites con el licor se pone belicoso cuando bebe. Si las hembras no quieren bailar con un borracho, tratan de quitarle la pareja al hombre que está en la pista y como nadie es más pendejo que otro, entonces se arma Troya.
También están los que quieren que la fiesta se extienda hasta que salga la luz del Sol. Si la pachanga no llegó hasta las seis de la mañana alegan que la fiesta estuvo en panga o que los "waiter", son unos vagos que no les gusta trabajar.
Nada en exceso es bueno y el ingerir licor a lo loco trae sus consecuencias y te expone a hacer un papelón y ser el tema de conversación preferido de los bochinchosos del barrio o de tu empresa.
Además corres el riesgo de que en medio de la borrachera irrespete a un superior y lo más probable es que al día siguiente te llegue una cartita, no de felicitaciones sino de despido.
No estamos diciendo que seas un santurrón cuando asistas a una fiesta, pero hasta para tomar licor hay que tener cierto grado de educación para que no te surjan los bajos instintos o quedes abandonado en una esquina de la fiesta dormido sobre tu propio vómito y así cuando la gente se retire te observe y exclame: "pobre pendejo (a)".