Ok, el mundial es una pasión de multitudes. Pero no podemos llevar esa pasión al extremo.
En muchos países del mundo, el fanatismo por los equipos del mundial ha llevado a peleas a puños, y heridos de puñal y de arma de fuego.
La emoción del partido, sumado al bullicio del grupo y las bebidas alcohólicas, pueden detonar en conflagraciones lamentables.
Un jugador de Colombia que metió un desafortunado autogol que los sacó de la Copa del Mundo de 1994 fue asesinado en su país semanas después de aquel juego.
Honduras y El Salvador, dos países que en la década de 1970 enfrentaron fuertes diferencias, se vieron enfrascadas en una guerra de 6 días que fue apodada "La Guerra del Fútbol", porque altercados durante un juego de fútbol entre las selecciones de ambas naciones agregaron más leña al fuego.
Panamá no figura entre ninguna de las selecciones que juegan en la Copa del Mundo en Sudáfrica. Pero aún así, compatriotas se sienten cuando se critica a alguna de las selecciones favoritas: Brasil, Argentina, España.
Otros apuestan lo que no tienen o lo que ya deben en resultados de partidos. Algo verdaderamente estúpido.
Y otros, cuando deben encarar la eliminación de su equipo favorito de la Copa, entran en inexplicables depresiones y episodios de llanto incontrolable. Se ponen agresivos y -aún bajo los efectos del alcohol- buscan pelea contra los otros borrachines que le iban al contrario �Qué es eso?
El fútbol es solo un deporte; muy popular, pero un deporte al fín. Los resultaos de cualquier torneo no significan diferencia alguna en el desarrollo de nuestras vidas. Como muchos slogans que se repiten una y otra vez, el deporte debe unir a las personas, no separarlas.
Disfrutemos de los partidos, apoyemos a nuestros favoritos, pero no nos vayamos a los extremos del fanatismo.