Por romper los mandatos de Dios
una descarga eléctrica cambió mi vida.
Mauro García Suárez
Colón- EPASA
Cuán resistente puede
ser la voluntad humana cuando ha sido socavada reiteradamente, pulverizando
sueños de manera inesperada y truncado anhelos en la plenitud de
la vida.
Tal es el caso de José Luis Burbano González, a quien una
cadena de accidentes le fue minando la pujanza de su juventud hasta dejarlo
postrado en una silla de ruedas.
Hoy, a sus 41 años de edad, sentado en una esquina de la Avenida
Meléndez, por donde transitan cientos de empleados de la zona de
libre comercio, pasa parte del día atendiendo su pequeño puesto
de venta de golosinas, recuerda cómo en el año de 1993, cuando
contaba con 26 años, cayó de un altillo, mientras laboraba
en el Ministerio de Obras Públicas.
Esa caída de espaldas, brusca, dolorosa e imprevista, marcó
otro trillo en su vida. Desde ese momento, nos relata, comenzó a
experimentar fuertes dolores, sin embargo en la Caja de Seguro Social solo
le recetaban pastillas y le ordenaron un par de radiografías, pero
nunca observaron que las vértebras habían quedado seriamente
lesionadas.
Progresivamente se les presentaban problemas para caminar y el mal se
fue agravando al paso del tiempo y una de las extremidades inferiores se
le dormía, no obstante soportaba estoicamente los dolores, hasta
aquel día en que laborando como electricista que es su profesión,
sufrió un percance que acabó por dejarlo en el estado en que
está.
"No sé, no me explico, dice si fue por romper los preceptos
y mandatos de la religión, pero el incidente se produjo el Jueves
Santo de 1994, cerca de las 12 m.d." Estaba cumpliendo un encargo de
la gerencia de una empresa de la Zona Libre de Colón, instalando
unas luminarias en el patio de la compañía, para iluminación
nocturna, la cual era objeto de robos.
En un descuido rozó con unos cables de alta tensión, impacto
que lo lanzó por los aires, cayendo estrepitosamente al pavimento.
Había recibido en otras ocasiones descargas de 220 voltios, "pero
esta vez, no sentía el cuerpo, pensaba que estaba muerto", detalla.
Sin embargo concluyó el trabajo y se fue a casa, casi arrastrando
los pies.
Ya en el hogar mientras contaba a sus padres lo sucedido se derrumbó,
para no volver a caminar. Fue examinado por el Dr. González Revilla,
quien le dictaminó que tenía la médula presionada fuertemente
en algún punto de la columna y ordenó su hospitalización
inmediata.
Durante los diez meses que estuvo hospitalizado en el Santo Tomás,
se le practicaron tres operaciones y una resonancia magnética. Aún
falta una cuarta intervención quirúrgica y otra resonancia
magnética, que no ha podido hacérsela porque cuesta 800 balboas
y sólo la hacen en el Centro Médico Paitilla.
José Luis no ha perdido la esperanza de volver a caminar por sí
solo, mientras se mueve temerariamente entre el nutrido tráfico de
la ciudad, con el entusiasmo de aquel joven que obtuvo varios trofeos como
jugador de boliche, que fue un enamorado del ajedrez y del ciclismo y que
como electricista idóneo, prestó sus servicios en el Ferrocarril,
la Aduana, Ministerio de la Presidencia, Instituto Nacional, Tutelar de
Menores, Cárcel de Mujeres, Cruz Roja, la Corte Suprema de Justicia
y varios colegios de Colón y de la ciudad capital.
Este minusválido, forzado por el destino, está a la espera
de una mano generosa que le permita concluir sus tratamientos porque de
la electricidad opina que "no le tengo miedo, la respeto y aunque aún
me gano algunos centavos haciendo "trabajitos", cuando voy a buscar
empleo, me dicen que tengo capacidad y experiencia, pero ponen por delante
mi condición física", afirma.
Tiene siete hijos, dos ya graduados y cinco que aún estudian,
en el Artes y Oficios, Ricardo Miró, en Coclé y Veraguas.
Por su incapacidad física, vive con sus padres, que le animan y le
dan un increíble calor humano.
Montando en su máquina, adaptada especialmente para ser impulsada
por las extremidades superiores, la cual fue obsequiada por el edil Francisco
Salcedo, que le costea el mantenimiento y otros gastos, no titubea en hablarnos
del futuro y sus aspiraciones.
"Si Dios me da vida y me devuelve la salud, deseo terminar de graduar
a mis hijos, conseguir un trabajo y reorganizar un hogar", dice.
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Tal es el caso de José Luis Burbano González, a quien una
cadena de accidentes le fue minando la pujanza de su juventud hasta dejarlo
postrado en una silla de ruedas. |
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