Viernes 26 de marzo de 1999

 








 

 


MENSAJE
Queremos cantar

Hermano Pablo

Mide casi trece metros de largo y pesa novecientos treinta kilos. Está hecha de maderas finas, y tiene corazón eléctrico. Sus venas son de metal, y se estiran a más de doce metros. Tomó un año escolar entero construirla, y es ahora el orgullo de sus inventores.

Cuarenta estudiantes, ufanos y triunfantes, la condujeron al escenario de su escuela. Todos los presentes admiraron la habilidad de esos jóvenes.

Se trata de una enorme guitarra eléctrica, la más grande del mundo, dicen ellos. Al mostrársela a profesores, padres de familia, y al público en general, lo hicieron poniendo sobre ella un gran cartel que decía: Queremos cantar.

Esta guitarra en sí demostraba mucho acerca de la imaginación y de la habilidad de estos jóvenes. Pero el mensaje que pusieron sobre ella también demostraba mucho. Esos jóvenes querían cantar, y la enorme guitarra era una muy dramática expresión del deseo de ellos y de todos los jóvenes del mundo. Los jóvenes quieren cantar.

Podemos imaginar cómo serán los decibelios de sonido que produce esa guitarra: como para reventar los tímpanos de una ballena.

La verdad es que en el fondo todo el mundo quiere cantar. Es más, todo el mundo necesita cantar.

Queremos cantar es la petición de millones de personas que viven sufriendo el dolor de la desesperación. Queremos cantar, piden millones de enfermos torturados por la agonía de una enfermedad incurable.

Queremos cantar es el clamor de otros que viven bajo gobiernos opresivos, despóticos y tiránicos. &laqno;Queremos cantar» dicen millones de niños abandonados que vagan por las calles, sin hogar, sin padre, sin madre, sin refugio.

Y finalmente, Queremos cantar» dicen millones de hombres y mujeres presos del pecado sin saber cómo ni quién podrá librarlos de esa esclavitud. Queremos cantar» dice el mundo, buscando algún alivio de su esclavitud.

Ninguno de nosotros puede hablar con todo el mundo a la vez, pero sí podemos hablar con las personas una por una. Hay un refugio que trae paz, sosiego y calma en medio de la confusión de esta vida. Ese refugio es una persona. Esa persona es Jesucristo.

Las palabras de Cristo son clásicas y merecen ser repetidas vez tras vez. Han sido la fuerza salvadora para millones de personas. &laqno;Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mateo 11:28).

Esa invitación es para cada uno de nosotros. Podemos con absoluta confianza corresponder a ella. Basta con que digamos de corazón: &laqno;Señor Jesucristo, yo acepto tu amistad.

 

 

 

 

 

FARANDULA
Jarabe de Palo, una Brava Historia

 

PRIMERA PLANA | PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | CRONICA ROJA | EDICIONES ANTERIORES


   Copyright 1995-1999, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.