A ORILLAS DEL RIO LA VILLA
Verano (I)

Santos Herrera

Para un sector considerable de las ciudades terminales de Panamá y Colón, el verano significa paseos, playas, culecos, parranda y carnaval. Un gran número de sus habitantes aprovecha los soleados días de la estación seca para el jolgorio y la fiesta. A esos grupos, sus ingresos económicos les permiten llevar una vida fatua y hasta un poco desordenada. Todo lo miran desde el ángulo de una diversión efímera e intrascendente, que tiene la duración de una noche de bohemia. Para ellos, la vida es una tómbola a la que hay que gozar entre pitos, música, confetis y tragos.

Analizando esta misma situación, podemos observar que un elevado porcentaje de interioranos, particularmente de las provincias de Herrera y Los Santos, enfocan de otra manera la época del verano. Una gran mayoría hace muy buen uso de la ausencia de lluvias durante los tres primeros meses del año, practicando diversas actividades económicas que los ayudan a resolver apremiantes necesidades hogareñas, como son el sustento diario y la educación de sus hijos.

Hacemos la salvedad de que a nuestra gente le gusta también las fiestas. Sin embargo, ellos primeros producen, incrementando con su trabajo la economía nacional y luego se costean sus propias diversiones. A diferencia del capitalino, que no sabe cómo se siembra un palo de yuca y mucho menos una mata de tomate, los hombres y mujeres que beben agua del río La Villa, con sus faenas diarias, alimentan y mantienen a las ciudades canaleras.

Bastantes familias aún se mudan a las orillas de los ríos a cultivar los fértiles bajos que con las crecientes del invierno son enriquecidos con valioso humus. En dichos meandros, la familia entera, padre e hijos, siembran tomates, sandías, melones, ajíes y otras hortalizas. Cortan fresca paja para el ganado lechero que con paternal cariño es ordeñado para la producción de quesos. Así mismo, las tierras en las riberas de los ríos son sembradas de caña de azúcar, que en un operativo familiar, en el cual intervienen hombres y mujeres, niños y ancianos, es cortada, transportada, emburrada, molida en trapiche de tres bolos de hierro produciendo el dulce guarapo cocinado en hirviente paila, golpeada por rojos lengüetazos de la leña de macano, hasta llegar a la etapa final, cuando se enlata la dorada miel que con insistencia es demandada en el mercado local.

El productor nuestro tiene que esperar el verano para cosechar el sorgo y el maíz seco. Para ser agricultor en esta región, es necesario tener una vocación de apóstol. Los riesgos son permanentes. Si no llueve lo suficiente, como regularmente sucede, las siembras no se desarrollan en forma normal y el rendimiento es tan bajo, que en muchas ocasiones no se recupera lo invertido en dinero y trabajo, ni tampoco se realizan los sueños y esperanzas que se concibieran al calor del surco.

(Continuará)

 

 

 

 

 

 

 

AYER GRAFICO
Primeras incursiones en la política de Mayín Correa como Representante


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo no me intereso por la salud de los demás


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