CARLOS ENRRIQUE
Permanece amarrado las 24 horas del día

Vielka Cádiz Franco
Chiriqui- EPASA

Por padecer retardo mental, vive el terrible calvario de permanecer amarrado las 24 horas del día Carlos Enrique Pittí, de 28 años de edad y residente en la comunidad de Exquisito Arriba, Corregimiento de San Andrés.

En nuestro recorrido encontramos al sufrido joven en el interior de una improvisada cocina de cañazas, amarrado su pie derecho de la cuerda que colgaba de una vieja hamaca y con los pies descalzos sobre el piso de tierra.

Según relató su madre, Benita Miranda, Carlos Enrique contrajo cuando tenía seis meses de edad, una fuerte fiebre; sin embargo, no fue sino hasta los dos años, que le aparecieron los ataques de epilepsia que lo dejaron sin habla y sin conocimiento alguno de sus acciones.

Debido a esa razón y por el peligro que representa para el enfermo deambular libremente por los alrededores de la casa, la señora se ha visto obligada a amarrar al muchacho de la hamaca o de cualquier horcón de la casa, incluso cuando duerme tienen que sujetarlo con la cuerda, a la cama.

Como si fuera poco, hace algunos días Carlos Enrique se enfermó por espacio de varios días de diarrea y en la actualidad, se le pueden contar cada una de sus costillas.

El problema de la familia Pittí Miranda se acentúa aún más, al tomar en cuenta su situación económica, la cantidad de integrantes y la carencia de empleo permanente para algunos de sus miembros, porque éstos solo encuentran empleos eventuales.

Y es que, en esa pequeña vivienda, residen aproximadamente 15 personas, ya que la señora tuvo nueve hijos (algunos todavía están muy chicos) y además viven seis nietos, lo que indica que en el lugar hay hacinamiento.

Durante su intervención, la angustiada madre aseguró que Carlos Enrique no tiende a golpear a nadie; sin embargo, lo que sí hace es "pedir y pedir comida".

Se pudo percatar de la triste realidad de Carlos Enrique, cuando en un acto impulsivo y de emoción al ver un plato (que por cierto estaba vacío), se levantó del suelo donde estaba postrado, alegre y con ansias de probar un bocado.

La felicidad momentánea del joven se terminó, cuando observó que el recipiente no tenía nada, por lo que en lugar de satisfacción, el enfermo mostró en su rostro tristeza y llanto, debido a la decepción que le produjo el saber que su estómago continuaría vacío y retorciéndose de dolor.

La madre de Carlos Enrique señaló que en anteriores ocasiones ha llevado a su hijo al Centro de Salud de Aserrío, pero por su condición, éste necesita de la atención especializada.

Agregó que al sitio, se han acercado la trabajadora social de La Concepción en el distrito de Bugaba, Adriana Alvarez; la representante del Corregimiento de Aserrío, Francisca Serrano y que el gobernador de Chiriquí, José Alberto Pretelt tiene anuencia sobre el caso; sin embargo, todos prometieron ayudarla, pero hasta la fecha las colaboraciones no han llegado.

Benita manifestó que hay días en que la familia no cuenta ni siquiera con cinco centésimos para comprar los alimentos y así el joven enfermo como los demás niños puedan ingerir por lo menos un "pedacito de pan".

De esa situación, nos pudimos percatar a las 2:30 p.m. cuando llegamos, ya que el fogón donde Benita prepara los alimentos (cuando tiene), reflejaba un aspecto de no haber sido utilizado en todo el día.

"Por lo menos yo y los más grandes aguantamos, pero mi paciencia se termina y me desespero, cuando mis hijitos me piden algo para tirarle al estómago, lo que me obliga a acudir donde los vecinos", indicó.

Benita subrayó que en ocasiones sale a la calle a buscar trabajo, aunque sea de planchar o lavar, pero en esa faena no gana el dinero suficiente para cubrir todos los gastos y tener en mejores condiciones a su hijo enfermo.

Tras observar el estado del enfermo y la precaria condición económica de la familia, Benita se atrevió a solicitar a las autoridades o a algún organismo de beneficencia, que done los materiales necesarios para construir una cerca alrededor de la casa y así Carlos Enrique pueda caminar en el patio libremente, sin que peligre su vida.

Agregó además, que el techo de la casa requiere ser cambiado, ya que el mismo tiene agujeros por todas partes y cuando llueve las goteras se introducen.

Pero las angustias de la señora no terminan ahí, porque además de lo señalado anteriormente, Benita tiene una hija de nombre, Johana Karina Pittí de cinco años, quien a los ocho meses de edad fue operada en ambos pies, porque tenía pie equinovaro y ahora necesita botas ortopédicas.

Como es obvio, si la familia no tiene para comprar los alimentos diarios, menos tendrá para comprar tales calzados.

Cabe destacar además, que ninguno de los niños asiste en la actualidad a la escuela, al no contar con los recursos para pagar la matrícula y los implementos escolares que se necesitan.

Antes de retirarnos, indagamos a algunos vecinos sobre el tema, y ellos reafirmaron las declaraciones de Benita, señalando que la realidad de la señora es sumamente cruel.

En espera de que las palabras implorantes y de súplica de la madre toquen los corazones de los panameños y sobre todo de las autoridades, nos alejamos de la humilde vivienda ubicada en la comunidad de Exquisito, en la provincia de Chiriquí.

 

 

 

 

 








 

Según relató su madre, Benita Miranda, Carlos Enrique contrajo cuando tenía seis meses de edad, una fuerte fiebre; sin embargo, no fue sino hasta los dos años, que le aparecieron los ataques de epilepsia que lo dejaron sin habla y sin conocimiento alguno de sus acciones.

 

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