Lunes 18 de enero de 1999

 








 

 


MENSAJE
Salvados por el fuego

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

Don Juan era un anciano de setenta y cuatro años que participó cuando joven en la fuerra del Paraguay. El gobierno lo encargó de un trabajo poco tiempo después de la campaña del general Roca contra los indios. Como eltrabajo era peligroso, uno de los jefes expedicionarios le envió quince soldados aptos parra medir la tierra y para defenderse del enemigo.

Los veinte que componían el convoy de carretas y animales trabajan de día. Para dormir más tranquilos de noche hacían campamento rodeados por las carretas unidas con lazos. Se suponía que el centinela lo mantendría despierto el peligro de un ataque sorpresivo.

Una noche los indios les cayeron en número crecido, pero en lugar de atropellarlos, se contentaron con incendiar el pajonal. No demoraron las llamas en alumbrar aquel sitio. Los soldados temblaban de miedo. ¡Estaban a punto de morir asados!

De pronto don Juan recordó la laguna donde el día anterior les habían dado de beber a los animales. Dio la voz, y sus hombres se echaron a correr. Impulsados por el calor que les picoteaba el cuerpo, llegaron en tropel al agua luminosa y se tiraron de cabeza. Al ver llegar las llamadas, se sumergieron par evitar quemarse la cara. Pero pronto se dieron cuenta de que las llamaradas se demorarían en su paso por la laguna, y que la única defensa que les quedaba era zambullirse una y otra vez, conteniendo el aliento hasta sentirse reventar o hasta sentir que el fuego se alejaba.

Al amanecer salieron dela gua, colorados como flamencos y sin embargo tiritando de frío. Con todo, no podían dejar de reírse al pensar que el fuego encendido para su muerte los había salvado al ahuyentar a los indios.

¡Por algo será que a este cuento el popular autor argentino Ricardo Guiraldes le pone por título "Puchero de soldao"! Aunque no sea tan evidente, tambien nosotros los casados tenemos a un enemigo que nos amenaza con fuego. Ese enemigo es Satanás, y el fuego es el de las malas pasiones, que conducen al adulterio. Cuando ese "matamatrimonios" amenaza con quemarnos vivos, debemos correr al agua que es nuestro cónyuge. No dejemos que el fuego consuma nuestro matrimonio; más bien, pidámosle a Dios que nos ayude a apagar las llamaradas de las malas pasiones con el gua protectora de ese ser amado a quien le juramos lealtad para toda la vida. Así al igual que don Juan y sus hombres, veremos la frustración de los planes del enemigo. Porque ese fuego que ha encendido para matar nuestro matrimonio no nos consumirá, sino que nos salvará, pues hará que nos acerquemos a nuestro cónyuge y con eso alejará de nosotros a Satanás, el enemigo de nuestra felicidad conyugal.

 

 

 

 

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