Sólo es igual a otro quien lo demuestra, y como todos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios; todos somos amor, luz y energía. De allí que nacemos en la Tierra, lugar en donde Dios, también envió al maligno, lugar de tinieblas y oscuridad; sufrimiento y dolor.
Aquí encontraremos al prójimo que nos dará el primer golpe en la mejilla; aquí encontraremos la traición, la murmuración, la venganza y la envidia, y en la medida que sigamos el camino hacia la luz, que demostremos la humildad de Cristo, (Luz que guía el camino), que actuemos con misericordia, y perdonemos al prójimo que nos golpeó la mejilla, en esa medida demostraremos nuestro bien, nuestro amor, demostraremos que somos igual al Hijo, y brillaremos con el Padre. Esa energía positiva que atrae la energía negativa no es más que las pruebas que debemos enfrentar para demostrar el amor, el bien y el positivismo que tenemos dentro y no hará brillar como candil en la oscuridad de este mundo y en la propia luz, después de muertos, también.
Que esta reflexión sea motivo, para quienes quieran hacer brillar la luz, la energía y el amor dentro de su corazón, para quienes quieran ser luz y guía para los hombres y mujeres que no han podido entender que, si al que te odia le pagas con amor, y al que te hace mal tú le haces el bien, lograrás que el Año Nuevo sea una ventana de bendiciones, espiritualidad, salud, dicha y bienestar. Entonces, actuemos y demostremos que queremos ser igual al Hijo, y que queremos brillar, porque de lo contrario, nunca brillaremos, nunca entenderemos el significado de la felicidad, la paz, no llegaremos al Padre y siempre estaremos apagados y viviremos en la oscuridad.