Emilia Pacheco:
salvó vidas en medio de la guerra
"América estaba amenazada,
por eso me llamó y yo le ofrecí lo mejor de mí, para
ayudar a mantenerla libre". Emilia Isabel Pacheco Amador.
El 6 de junio se cumplieron 55 años del ataque en
las playas francesas de Normandía en que unos 300 mil hombres entre
aliados y la fuerza enemiga estuvieron frente a frente.
Maritza Reyes Ortega
Crítica en Línea
Emilia Isabel Pacheco, jamás
se imagino que su vocación por la enfermería la llevaría
a enrolarse en el ejército de la primera potencia mundial, y menos
aun que su primera misión como ángel blanco estaría
en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial.
Pero algo distinguía a la enfermera Pacheco del cuerpo médico
que asistió durante la guerra. Fue la única panameña
y latinoamericana que junto al equipo del hospital 48 se mantuvo hasta el
final en la línea de fuego durante los enfrentamientos bélicos
en Europa auxiliando a los soldados heridos en batalla.
De esta historia a la fecha ha transcurrido mucho tiempo, pero no ha
sellado las experiencias sufridas por la enfermera panameña en las
líneas avanzadas en Francia, Holanda, Bélgica y Alemania,
bajo el armamento alemán.
Pacheco, una mujer trastocada por el tiempo, mantiene aún su espíritu
de fortaleza y un deseo inagotable de guardar celosamente los testimonios
de la tragedia que inicio en 1941 y de la cual ella fue testigo.
No vacilo en concedernos la entrevista el mismo día que la contactamos.
En su residencia se equipo con fotografías que dan fe de su relato.
Con voz queda suspira y en su mirada pareciera retroceder el tiempo.
Es así que arguye con firmeza antes de confiarnos su historia
"jamás se borrará de mi memoria aunque viva cien años
mi experiencia en el frente europeo".
A su ingreso al ejército norteamericanos, los periódicos
que circulaban se hicieron eco por ser la única latinoamericana (panameña)
en la fila que conducía hacia la guerra. A los pocos días
recibió una misiva de atención de su cuñado el general
Robert K. Thailor, segundo en mando de la Fuerza Aérea de los Estados
Unidos, que dirigía como principal Dwight Haword. En la nota Thailor
le advertía que desistiera de su osadía- ella le respondió
"yo quiero ser enfermera de guerra"- él concluyó
" recuerda lo que verás será duro y muy cruel".
Organizados los grupos, se seleccionaron a las enfermeras que serían
entrenas en el hospital Forge Vally en Filadelfia durante siete meses para
sobrevivir en batalla. Pacheco ingresó en el Hospital 48, conformado
por 32 médicos y 18 enfermeras. Fue el primero de los tres que estuvo
en campo abierto.
El entrenamiento fue arduo y de madrugada: Largas caminatas y simulacros
de primeros auxilios. Así empezó la preparación física
en los Estados Unidos para ir posteriormente a Europa.
Un día inesperado el hospital 48 fue informado que partirían
al día siguiente para el ETO ( Europa Teatro de Operaciones). Zarparon
en el barco inglés- Arundel Castle- de Fort Jackson en Carolina del
Sur pasaron por New York hasta llegar a Inglaterra. La travesía que
se hacía en dos días se prolongó por dos semanas, esto
porque el vapor viajaba en zigzag para despistar e impedir el bombardeo
de los submarinos.
Ya en Inglaterra fueron distribuidos en distintos hogares, y se reanudaron
los entrenamientos durante tres semanas. El silencio y la discreción
fue el arma de seguridad.
En el ETO se reunieron todos los generales, hospitales y pelotones para
organizar los que irían al frente en la línea de los aliados.
El hospital 48 se fraccionó en tres grupos, pelotón1, pelotón2,
pelotón3, con la idea de atender heridos en partes específicas.
Pacheco fue asignado en el pelotón3 que trataba a los lesionados
en la cabeza. Los hospitales estaban muy bien organizados, recuerda Pacheco:
Quirófanos, camillas, salas de cuidados intensivos, rayos x y sala
de operaciones. En principio los alemanes respetaron el símbolo gigantesco
de la Cruz Roja, pero cuando la guerra recrudeció fueron bombardeados
muy de cerca.
El pelotón 3 estuvo a mando del general George Patton Smith, un
hombre de mediada estatura, de carácter fuerte, mal hablado, pero
muy querido y respetado por las tropas, católico y respetuoso de
la libertad.
Así lo describió la enfermera Pacheco, sonríe y
argumenta que en una ocasión mientras cuidaban a los enfermos del
silencio surgió una voz: "¿El general Patton, el general
Patton está aquí?". Lo correcto en aquel momento era
el saludo militar, pero la enfermera panameña sorprendida por la
personalidad del hombre que dirigiría el ataque a Normandía
dijo estupefacta "¿Es usted el general Patton?". El militar
inquirió la cabeza y le respondió "¿De dónde
es usted?" . Ella con nerviosismo dijo de Panamá City ¡Ah
de Panamá Florida¡ , ¡No! grito uno de los coroneles
que acompañaba al general y agrega es Panamá donde está
el Canal. Patton la observa por segundos y le pregunta con notable sentido
de humor "¿usted a nadado en el Canal?". Ella sonrió.
EL ATAQUE A NORMANDIA
Una de las fechas que aún viajan en su memoria de los enfrentamientos
de las tropas de los Estados Unidos acantonadas en Inglaterra fue la invasión
a la costa de Normandía ( Francia) el 6 de junio de 1944 que llamaron
día" D".
Antes del embarque el general Patton reunió a los tropas y con
voz altisonante dijo" ha llegado el día" y se voltio hacia
las mujeres y agregó " Van a oír lo que no quieren oír
y ver lo que no han imaginado ver, aún están a tiempo de retroceder".
Las tropas se mantuvieron firme.
"Es que Patton inspiraba seguridad a sus hombres, los defendía
y siempre iba al frente de batalla. Cuando se reportaban bajas sus ojos
se nublaban y sólo así se le veía flaquear", testimonió
Pacheco.
El 6 de junio los soldados desembarcaron de unas 700 naves y 4 mil barcazas
en las playas francesas de Normandía, rompiendo el frente occidental
Alemán.
Unos 300 mil hombres entres aliados y la fuerza enemiga estuvieron frente
a frente en unos de los encuentros que marcaría el final de la guerra
en las tierras europeas.
Varias semanas después del primer desembarque, 370 oficiales,
32 enfermeras y dos civiles zarparon en un buque tipo comando rumbo a las
playas de Utha Beach. Recuerda Pacheco que cuando los buques se acercaban
a la isla desde lejos se divisaba la parte sur cubierta por una humareda
que daba visos de los enfrentamientos.
"Fue como si un huracán hubiese arrasado con isla: casas
destruidas, barricadas, soldados muertos ¡ Jesús! fue una verdadera
matanza", afirmó acremente Pacheco.
Médicos y enfermeras del pelotón del general Patton en
la que figuraba la enfermera panameña se alistaron para auxiliar
a los sobrevivientes, en este primer encuentro.
El hospital de la tercera división se instalo a poca distancia
del bombardeo. Pacheco asegura que en varias ocasiones atendieron a alemanes
heridos que susurraban ¡germany, germany!. Ella cree que estaban hastiados
de la guerra.
Se impuso un régimen de seguridad cuando se desplazaban de un
lugar a otro. Se prohibió el consumo de frutas y otros alimentos
que encontraron a su paso. Algunos soldados que osaron murieron envenenados.
Ya en las cercanías de París, el pelotón tres fue
trasladado al noveno ejército por los ataques que se suscitaron.
Desde este punto se desligó el contacto con el general Patton que
se mantenía en combate.
El noveno ejército paso a Luxemburgo, donde los aliados libraban
otra batalla. Ahí a Pacheco le toco aliviar a muchos, y vio rendirse
a decenas de soldados alemanes.
Al final de la guerra los miembros del hospital 48 ganaron 4 estrellas
por su participación en las batallas en Normandía, Norte de
Francia, Rhnelland y Europa Central.
Del general Patton, la enfermera panameña guarda las imágenes
de un hombre valiente, que sufrió la muerte de cada soldado, pero
que saboreó el triunfo. Nunca fue herido en combate, empero la velocidad
automovilística le cobró la vida a los pocos meses de la victoria
aliada.
Con la mirada fija en sus retratos trata de ocultar su tristeza, entonces
alude con firmeza "no me arrepiento de mi participación en la
guerra y si en esta época se desatara la tercera guerra mundial estaría
dispuesta a ir al frente, pero antes rezaría mucho para que no ocurriera.
La guerra es dura y cruel y destruye el espíritu del hombre",
concluyó.
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