«Esta es la caverna, muchachos» dijo el padre, Gary Lutes, de treinta y siete años de edad. Y los dos muchachos, el uno de nueve, llamado Tim, y el otro de trece, llamado Buddy, se emocionaron. Iban a explorar una profunda caverna en el estado de Virginia Oeste, Estados Unidos.
En lo más profundo de la cueva, sus tres lámparas, inexplicablemente, se apagaron. Quedaron sumidos en la más densa oscuridad a casi 200 metros bajo tierra. Comenzaron así, cinco días de pesadilla. Con muy poca agua, sin alimentos, sin luz y perdidos en el laberinto de pasadizos, el padre y los dos hijos pensaron que iban a morir.
Pero en medio de esa tremenda oscuridad -oscuridad física y oscuridad emocional- brilló una luz. Era una luz en su mente, un pasaje bíblico que dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4: 13). Esa pequeña luz fue suficiente para mantenerlos con esperanza hasta que los encontró una patrulla de rescate.
¡Cuántas veces en la vida, en medio de una densa oscuridad emocional, clamamos por alguna luz! Para Gary Lutes y sus hijos esa luz fue un pasaje bíblico. Eso les dio fuerza para soportar un frío helado, una oscuridad casi palpable, y cinco días sin comida. Sufrieron alucinaciones y postración, padecieron hipotermia y deshidratación; murciélagos reales e imaginarios les provocaron pavor. Pero esas palabras divinas los mantuvieron con vida, con esperanza y con razón.
Tal como lo experimentaron Gary y sus hijos, hay muchos en la actualidad que se encuentran en una caverna emocional muy oscura. Para ellos, hoy es un día sombrío, uno de esos días en que parece perderse toda esperanza, en que soplan ráfagas de misterio y discurren vientos inexorables, como dicen los poetas.
Todos los que se encuentren en tal situación, una en la que no parece haber esperanza ni luz alguna, necesitan saber que hay luz para ellos. Se trata de ese mismo gran pasaje bíblico: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» Porque Cristo renueva las fuerzas del que no tiene ningunas y hace que vuele como si tuviera alas de águila.
Cristo, que nunca ha cambiado, quiere darnos luz en medio de la oscuridad. Basta con que clamemos hoy mismo a Él y le pidamos que nos fortalezca para que podamos hacerlo todo.