Domingo 27 de dic. de 1998

 








 

 

 


MENSAJE
Existen barreras que impiden entablar una comunicación

Rómulo Enmiliani

Existen barreras que impiden a los seres humanos entablar una comunicación adecuada y un encuentro más profundo:

1. No querer comprometerse. Es más cómodo vivir solos, tranquilos, sin preocupaciones. Si escucho al otro me compromete; el compromiso a ser amigos, el compromiso de amar y servir. Me compromete porque me preocupa y debo hacer algo por él.

2. Tengo otros intereses que son más grandes que las personas. Valoro más mi negocio, mi empresa, mi finca, mi dinero, mi ropa. Valoro más cualquier cosa que las personas. Es triste cuando se pone por encima de los seres humanos como un valor superior, cualquier cosa material.

3. Falta de paciencia para escuchar. Falta de control emocional. Existen personas que no tienen un momento de paz y tranquilidad para escuchar, porque dicen tener muchas cosas que hacer. En el fondo es una forma de escaparse de la realidad, un mecanismo de defensa. La persona que aprende a escuchar es la que puede ser sabia. Los discípulos de Jesús llegaron a ser grandes maestros y predicadores, porque primero fueron discípulos y supieron escuchar. El que aprende a escuchar en el diálogo a su hermano, a su prójimo, a su esposo o esposa, a su amigo se hace más humano; llega a amar más porque comprende y conoce más, y cuando le toca hablar sabe lo que dice, porque primero escuchó, primero meditó en su corazón y luego expresó sus pensamientos. El que sabe escuchar ama el silencio, se hace parte de él. Guarda en su corazón un recinto sagrado donde invita a reposar al que quiere comunicarse con él y allí interiormente en su alma lo atiende. El que escucha se convierte en un hombre de paz. Que pocas personas en verdad, se atreven a guardar silencio y paz en su corazón. El que sabe escuchar a Dios, se convierte en un santo. Nuestra madre, María Santísima, dice la palabra, guardaba todas las cosas en su corazón. Escuchaba la voz de su Señor. El que escucha, medita y profundiza lo que Dios le dice, hace crecer su interior y se convierte en un gigante de sabiduría.

4. Es necesario comprender que la otra persona es un ser humano, además de ser su esposa, su esposo, su papá, su mamá, su hijo, su jefe, su subalterno, su amigo. Es alguien que tiene algo que comunicarle. Es alguien que tiene que decirle algo importante, porque El es importante. El que en verdad escucha entendió que cada ser humano es un ser irrepetible, único y que por lo tanto, tiene un mensaje que dar. El que aprende a escuchar aprende a respetar la presencia del otro. Una cosa es oír, otra es escuchar. El que escucha en verdad está amando de alguna manera; coloca al otro en el sitial que le corresponde como ser humano y como hijo de Dios. Escuchar no es estar siempre de acuerdo con la persona, pero sí aceptaría en sus diferentes manifestaciones. Así el otro se siente acogido, querido e importante. Se realiza un pequeño y gran milagro de amor; un renacer interiormente.

 

 

 

 


 

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