Se robò algo en su empresa, pero tiene que mentir para evitar enfrentar a la verdad o tal vez le fue infiel a su esposa y le sigue diciendo que ella es la ùnica en su vida. Quizás pase por una de las dos en este momento.
Sabemos que es malo hacerlo, pero hay que reconocer que uno de los pecados más frecuentes y comunes en muchos es la mentira, desde la famosa y muy mal llamada mentira "blanca" hasta la murmuración malintencionada y la calumnia.
Algunos aman tanto el mentir, que con su boca bendicen pero maldicen en su corazón. "Engañoso es el corazón más que todas las cosas y perverso; ¿quién lo conocerá?" Jer. 17: 9.
Hay quien recurre a la mentira para evadir una verdad que no puede o no quiere enfrentar
Otros la tienen como juego, cediendo por hábito a las "inocentes" e hirientes bromas
Está el grupo de aquellos que, acostumbrados a salirse con la suya siempre, han hecho de la mentira su costumbre y estilo, su "modus vivendi"
Algunos echan mano de ella con premeditación con la sola intención de engañar a los demás
Están los que se ciñen a ella por escapar de un momento embarazoso, el cual no se atreven enfrentar por temor al menosprecio o al castigo
Otros tienen como hábito justificar todos sus errores mintiendo
Muchos adjudican a otros las faltas, defectos y errores que quieren negar en sí mismos
Hay los que piensan que mentir es nada porque ya es tan parte de su vida que no ven en ello mal alguno.
Y aun están aquellos tan acostumbrados a mentir que hasta ellos mismos se creen sus propias mentiras.
Si creemos que nadie se enterará mal hacemos porque Dios sí se acordará de esas ofensas, pero el quiere de nosotros un arrepentimiento de corazón.