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Muchos adultos usamos estas fiestas navideñas para pegarnos una juma. Nos olvidamos de los niños, no compartimos con ellos las alegrías de estos momentos especiales de la Pascua. Nosotros los mayores, que muchas veces no entendemos el mensaje de la Navidad, ni nos hemos preocupado en interiorizarlo, no hablamos con los muchachos de esto, y nos pasmos el día chupa y chupa.
Convertimos esta fiesta navideña en una vulgar parranda, igual a la del Año Nuevo o el Carnaval, y somos incapaces de -por un día al menos- dedicarle el tiempo a los niños. Podemos jugar con ellos, montar la bicicleta y enseñarles a ellos; disfrutar juntos el juego de mesa; nadar en la pequeña piscina; usar la pelota; cantar o bailar... Pero no, preferimos emborracharnos y pasar un momento de farra con los vecinos y las amistades que nos visitan.
Los chiquillos, por mientras, se la pasan en la calle, solos, con los vecinitos cuyos padres también están en fuego. Compensamos un poco el abandono dándoles dinero que usan para comprar bombitas. En esas circunstancias es imposible que la familia viva el mensaje de la Navidad. Entonces esta festividad no es espiritual para los padres y sus hijos, teniendo en el centro a Jesús, sino que es una vulgar chupata.
¡Qué no se así esta vez! |
